Bernardo Montoya fue detenido el 19 de diciembre mientras intentaba escapar de El Campillo cuando comenzaron las labores de búsqueda de Laura Luelmo. En la mañana del 20 de diciembre Montoya confesó en el interrogatorio de la Guardia Civil que era el responsable del asesinato de la joven maestra.
Según cuenta ABC, durante cuatro horas Bernardo Montoya mostró una "tranquilidad insólita" mientras contaba a los agentes mentiras sobre los sucesos que no coincidían con lo descubierto hasta ese momento. En base a su historial delictivo, el acusado mantenía la calma a pesar de la tensión que había en el interrogatorio del cuartel de Valverde del Camino, Huelva.
"Me encapriché de ella", afirmó el asesino confeso y luego construyó un relato falseando los elementos más importantes. Y es que a pesar de acabar de capturarle y tenerle sólo unas horas encerrado en el interrogatorio, la Guardia Civil ya había registrado su casa y habían encontrado restos de sangre de Laura Luelmo y un fuerte olor a lejía que se presupone que Montoya usó para limpiar cualquier rastro del brutal asesinato.
Las investigaciones deducen que Montoya habría introducido a la maestra a la fuerza en su casa, bastante austera y sucia, para agredirla sexualmente y luego golpearla. La autopsia reveló que Laura Luelmo fue violada y murió de un fuerte golpe en la frente, lo cual Bernardo Montoya achaca a un golpe que le dio contra el capó de su coche al que la llevó engañada. Aún así, se aprecian muchos más golpes en el cuerpo de Laura Luelmo y restos biológicos del asesino confeso.
La geolocalización de los móviles fue clave
Por muchas mentiras que el asesino confeso intentara contar, lo cierto es que los investigadores contaban con la localización de los móviles de Laura Luelmo y de Bernardo Montoya. Este dato fue clave para el caso pues la posición de los dispositivos determinó que ambos estuvieron en la casa del agresor la tarde del miércoles12 de diciembre, el día que la maestra desapareció.
Supuestamente, después de la agresión, el asesino habría metido a Luelmo en el maletero de su coche envuelta en una manta y se la habría llevado hasta el paraje de Las Mimbreras, donde su cuerpo fue encontrado días después. Sin embargo, el móvil de la víctima la posicionó a más de ocho kilómetros en dirección contraria a ese lugar, por lo que se deduce que Montoya se habría deshecho de él, a pesar de que aún no había sido encontrado.
El asesino confeso afirma que la dejó "inconsciente" en el paraje, a cuatro kilómetros de El Campillo, y la tapó con ramas. Teniendo en cuenta los hechos, es posible que Laura Luelmo muriera horas después de su desaparición, al contrario de lo que afirma la primera autopsia que afirma que la maestra falleció entre 48 y 72 horas después. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que el cadáver estuvo a la intemperie durante cuatro o cinco días, se realizarán más pruebas forenses para determinar más exactamente qué es lo que pasó.
Los agentes creen que el asesinato no quitó el sueño a Montoya
La casa de Bernardo Montoya es el escenario principal del asesinato, sin embargo se siguen recabando pruebas y barajando otros lugares: el asesino confeso dirigió a los investigadores a un camino junto al cementerio de El Campillo donde encontraron una bolsa de plástico metida en un contenedor que contenía el monedero de la zamorana, sus llaves de casa y de coche y algún objeto de higiene personal.
La manta manchada de sangre con la que supuestamente Montoya habría envuelto el cuerpo fue encontrada junto al kilómetro 167 de la carretera N-435, cerca del cadáver. El móvil, sin embargo, aún no ha sido encontrado aunque Montoya contó qué es lo que hizo con él: "Llevaba en el coche las zapatillas de la chica y el teléfono. De regreso a casa tiré el teléfono en un contenedor y unos minutos después las zapatillas en otro".
Tras el asesinato, Bernardo Montoya se habría marchado a dormir sin éxito, aunque ni siquiera los agentes del interrogatorio creen que sus actos le quitaran el sueño.