Bernardo Montoya, el asesino confeso de Laura Luelmo, se encuentra en la cárcel desde el 22 se diciembre, pero no es la primera vez que ha estado en prisión. Tiene antecedentes por un delito de robo con violencia a una joven a la que intentó violar y también allanó la casa de una anciana y la asesinó, por lo que es un criminal reincidente.
De sus 50 años de edad, lleva dos décadas encerrado en prisión. Pero lo sorprendente es que en sus estancias en la cárcel siempre mostró un comportamiento bueno y nunca decidió asistir a ningún programa de rehabilitación. Estos tratamientos son voluntarios, pues las autoridades penitenciarias sostienen que la asistencia forzada no es efectiva para los presos.
Tal y como revela el expediente consultado por El País, durante su estancia en prisión, Montoya siempre fue un preso activo, realizaba tareas de limpieza y jardinería y tuvo un pequeño trabajo en el departamento de mantenimiento de la cárcel. También convivió en un módulo de respeto para fomentar la convivencia y se apuntó a cursos de alicatado y carpintería. Pero en ninguna pare de su historial aparece un programa de rehabilitación.
En contraste a su buena actitud en prisión, su comportamiento una vez fuera es completamente distinto: fugas, robos, amenazas, intento de violación y, en este último caso, el abuso sexual y asesinato de Laura Luelmo, la joven maestra de El Campillo, Huelva.
Los tratamientos de rehabilitación no siempre son efectivos
"La reincidencia es imposible de prever", afirma Arturo Beltrán, magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid encargado de diferentes recursos contra decisiones de juzgados de vigilancia penitenciaria. "En las cárceles hay programas específicos para deshabituación a las drogas, en temas relacionados con agresiones sexuales o violencia machista. Y son programas exitosos, pero no al 100%, eso es imposible".
Beltrán sostiene que no es común que un asesino vuelva a matar, de ahí que la alarma se dispare en casos como el de Bernardo Montoya: "La reincidencia en el delito de homicidio o asesinato es infrecuente. La gran reincidencia se da en los ladrones, que pueden entrar 10, 12 ó 14 veces en prisión".
El artículo 25.2 de la Constitución establece que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". Para ello las prisiones españolas disponen de hasta 18 programas diferentes de tratamiento psicoeducativo y terapéutico, con sesiones semanales de unas tres horas y media y trabajos entre las sesiones.
Y es que, aunque estos programas suelen ayudar a muchos, no todos los casos son iguales, tal y como comenta José Luis Castro, titular del juzgado de vigilancia penitenciaria de la Audiencia Nacional: "¿Todos los presos son reinsertables? No. No todo el mundo lo es (...) Los equipos técnicos de prisiones hacen un trabajo serio, rigurosos y científico. Son excelentes profesionales. Pero a veces los presos se acogen a estos programas, que son voluntarios, con un sentido meramente utilitarista, porque les permiten acceder a beneficios penitenciarios".
Por su parte, Florencia Pozuelo, jefa del área de programas de tratamiento de Instituciones Penitenciarias, sostiene que estos sistemas de reinserción sí dan resultado: "El último estudio que hemos hecho sobre 150 condenados por agresión sexual tras un seguimiento de entre dos y cinco años después de salir en libertad nos dice que solo 21 de ellos reincidieron, y de estos, solo siete cometieron un delito de índole sexual, apenas un 5%".
Sin embargo, el criminólogo Vicente Garrido, catedrático y autor del libro 'Asesinos múltiples y otros depredadores sociales, tiene una opinión muy diferente de las instituciones carcelarias: "El sistema penitenciario nació para contener un mal, no para erradicarlo. Aproximadamente reincide un 50% de los presos, aunque hay variaciones en cuanto a los tipos delictivos. Esto indica que no es cierto que la cárcel sea una escuela del crimen para muchos presos".
"Ninguna terapia forzada es útil", afirma el profesor Garrido de la Universidad de Valencia. "Otra cosa es que el intento prevea que participar en ella quizás le acerque a disfrutar de algunos beneficios penitenciarios y, sin gran motivación, se inscriba en el programa. Ahí puede aprender cosas útiles para su reinserción. Por ejemplo, las razones que están detrás de las explosiones de ira, aunque no se apuntara al programa por esa razón".