La invasión de Ucrania perpetrada por Rusia tuvo una clara respuesta por parte de Occidente, consciente de que cualquier afrenta militar podría tener consecuencias imprevisibles. La OTAN actúa prácticamente como un bloque monolítico en cuanto a materia de defensa concierne, por lo que si hubiera atacado directamente a Rusia (potencia nuclear) y esta hubiera respondido a alguno de sus países de manera individual, el ataque hubiera afectado a la Alianza en su conjunto, lo que representa a efectos prácticos el germen de un conflicto de consecuencias imprevisibles.
Occidente, en este caso, ha optado por asfixiar económicamente al Kremlin con el objetivo de que el círculo de poder que apoya a Vladímir Putin a base del equilibrio económico que mantiene en el país tras la inestabilidad de la Perestroika se desvanezca. Rusia ha contrarrestado esa ofensiva con varias medidas económicas (pago de importaciones de gas y petróleo en rublos, elevar tipos de interés), pero lo cierto es que los efectos de los bloqueos tardarán en sentirse en la economía rusa dada la interdependencia. Ante este movimiento, la UE ahora quiere combatir una batalla por el relato contra Moscú.
Los bloqueos de la UE a Rusia se han ido ejecutando progresivamente a lo largo del último año y no son los definitivos todavía. Los paquetes de sanciones buscan ser ejecutados poco a poco con el objetivo de evitar una escala de tensiones en la medida de lo posible y ante la duda en el seno de la UE sobre si debe aceptarse que Putin tenga una salida digna si cesa la asonada militar o si, por el contrario, no tiene otra alternativa que ser retirado del poder.
La invasión de Ucrania le ha costado a Rusia la exclusión del sistema bancario Swift. Además, el embargo del petróleo ruso busca eliminar gradualmente la dependencia que se experimenta en la UE, sin embargo, esto sí que será más gradual y durante años, Rusia seguirá recibiendo dinero de la UE por su crudo. Además, las sanciones que ha impuesto la UE a las aseguradoras del comercio marítimo dificultan las exportaciones, pero por el momento no las imposibilitan del todo.
La exclusión de Rusia tampoco deja indiferente a Occidente. El embargo del petróleo ruso tiene consecuencias negativas en un contexto de alta inflación, que lleva a renunciar a energía más barata y que puede hacer que otros estados no sigan esta medida. Un resquebrajamiento en el bloque que, igualmente, en el caso de quienes vetan a Rusia, ya ha llevado a cambios en los equilibrios geopolíticos registrados hasta ahora, como el sorprendente acercamiento registrado entre Venezuela y Estados Unidos.
Esto se suma a la crisis alimentaria derivada de la guerra en Ucrania. El país invadido es el principal granero del mundo y Rusia está, además, bloqueando los puertos ucranianos, lo que tiene consecuencias en la cadena de suministro. Como consecuencia, muchos países están rechazando barcos rusos que transportan granos desde Rusia o los territorios pertenecientes a Ucrania ocupados por las fuerzas rusas. La situación puede entrar en una espiral en la que se suman subidas de precios, bajadas de existencias y presiones de los gobiernos por decidir qué hacer sin contar con otra alternativa a Rusia en estas cuestiones. Rusia vende que Occidente es un obstáculo en la subida de precios en alimentos, pero precisamente es algo que se quiere combatir, con ofertas de ayudas financieras para productores e intentar relocalizar los cultivos.
El papel de Josep Borrell
En mitad de esta guerra por la narrativa, el Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, ha confirmado que lanzará una iniciativa mediante la que mandará cartas a países africanos y entidades financieras con el objetivo de explicar el funcionamiento de las sanciones europeas contra Rusia y combatir el relato.
Las cartas están dirigidas especialmente a los Ministros de Exteriores de los países africanos. La diplomacia europea quiere ofrecer información concreta a terceros países sobre el alcance de las sanciones y ayudar a superar algunos problemas que pudieran surgir por la aplicación de las sanciones, según ha explicado el Alto Representante en una ruedas de prensa desde Luxemburgo tras la reunión con los ministros europeos del ramo.
Borrell, con este movimiento, ha respondido a la preocupación de algunos líderes africanos sobre los "efectos colaterales" que las sanciones adoptadas por la invasión rusa, en espacial las relativas a los bancos, están teniendo en el continente. Al tiempo, se propone combatir campañas de desinformación rusa y que la UE sea "proactiva" en este aspecto para garantizar que el mundo entienda la crisis de Ucrania del mismo modo que Europa.
"No diría que hemos perdido al batalla de la narrativa, pero es verdad que existe", ha asegurado Borrell, que ha denunciado que Rusia utilizó un "manual" por el que primero genera turbulencias y emplea "el hambre como arma de guerra" y luego responsabiliza a otros actores de la situación.
El Alto Representante ha empleado parte de su intervención en denunciar la situación de bloqueo que viven los puertos ucranianos en el Mar Negro, que provoca que miles de toneladas de cereales no sean exportadas a África y Oriente Próximo generando inseguridad alimentaria en decenas de países.
"Las sanciones no están detrás de todo el problema alimentario porque las sanciones no afectan a terceros países y solo se aplican en la UE", ha subrayado para, a renglón seguido, recordar que las sanciones no atacan las exportaciones de alimentos y fertilizantes.
Por este motivo, la UE está abierta a tratar los detalles de las medidas para evitar problemas de aplicación de las sanciones y frenar el llamado 'sobrecumplimiento' que puede llevar a algunas empresas y bancos a no realizas transacciones por el miedo a las sanciones.