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Asha Ismail ('Save a girl, save a generation'): "No soy víctima de mutilación genital femenina, soy superviviente"

La activista de derechos humanos combate la mutilación genital femenina y relata su propia experiencia.

Asha Ismail ('Save a girl, save a generation'): "No soy víctima de mutilación genital femenina, soy superviviente"

La historia de Asha Ismail es una de esos relatos que escuecen al ser escuchados. Una historia de dolor y superación. Asha es una mujer que ha sobrevivido a la mutilación genital femenina. Así se definió ella cuando entró en el plató: "No soy víctima, soy superviviente", dijo.

Con esa frase tan impactante ya demuestra el coraje que le caracteriza y que le ha llevado a dar grandes pasos contra este tipo de violencia hacia las mujeres, un problema del que mucha gente apenas ha escuchado hablar y que necesita visibilización y, sobre todo, concienciación a nivel mundial.

Para Asha todo comenzó a la temprana edad de 5 años, etapa en la que la mayoría de los niños aún disfrutan con sus juguetes. Ella, sin embargo, vio truncada su infancia de la peor forma posible.

Su familia siempre le había hablado del día de la mutilación genital como el más importante de su vida, en el que sería purificada y rozaría la perfección. Asha se lo creía hasta tal punto que la noche anterior apenas pudo dormir con los nervios y la emoción: "comparo la sensación que tuve la noche anterior con la que tienen los niños la noche anterior a Papá Noel o Reyes", recuerda.

Pero no fue así. Lo que pensaba que se sería como un sueño, se convirtió en una pesadilla. Su abuela, su madre y una señora a la que desconocía se encargaron de inmovilizarla y, entonces, "empezó a sentir un dolor muy difícil de describir" cuando le estaban cortando. Después de cortar, cosieron con utensilios de tejer la ropa, dejando un agujero muy pequeño: "Cuanto más pequeño era el agujero, más perfecta era la niña".

Posteriormente la llevaron a un lugar muy plano y sin colchón para evitar que se descosiera esa parte con el desnivel. "Me amenazaban, porque si se abría tendrían que repetir la operación", explica. Así empezó la segunda parte de esta historia de terror, con dietas especiales y con miedo a orinar.

Asha cuenta que siempre se habla de la mutilación genital femenina atendiendo a "los daños que te provoca físicamente y psicológicamente, que son permanentes". Sin embargo, denuncia que no se habla tanto de cómo se siente la gente pasa por ello: "me convertí en una persona muy enfadada, rebelde, odiaba a todas las personas que me rodeaban y desconfiaba de ellos". De su madre también, pues fue ella la que se encargó de encontrar y contratar a la que posteriormente sería su 'cirujana'.

A pesar de la impotencia, con el tiempo Asha comprendió que era una tradición muy arraigada para la comunidad somalí y que su familia "estaba haciendo algo que se esperaba de ellos, una obligación". Sin embargo, ella decidió poner fin a la tradición y comenzar un nuevo camino: "si yo tengo una hija, no le haré pasar por esto", dejó claro. Fue entonces cuando comenzó su lucha.

La violación permitida

Con tan solo 20 años, Asha fue obligada a casarse con un hombre mucho mayor que ella al que no había visto jamás: "Yo no le llamo matrimonio, ahí hubo un comprador y un dinero en el medio".

La boda se celebró en el patio de la casa del hombre, contiguo a la habitación donde ellos pasaron la noche de bodas. Mientras el resto bailaba y disfrutaba de la fiesta, tras la otra pared Asha sufría. "Dos familias estaban disfrutando mientras yo estaba siendo violada repetidamente con una herida abierta". , dice.

Tras esta violación permitida como ella misma lo define, Asha entró en tal shock que acabó pasando la noche en una habitación individual y jamás volvió a tener relación con el que era su marido.

La primera generación salvada

Dos meses después, en los que aun no había superado el enfado ni lo ocurrido aquella fatídica noche de 1987, se dio cuenta de que estaba embarazada de un bebé que no quería. Sin embargo, las circunstancias y su cultura en sí no le permitían negarse a ser madre, porque "era un embarazo legal de un matrimonio. ¿Quién iba a entender o a aceptar el argumento de que yo me sentía violada?", explica.

Asha rezaba por que la persona que iba a traer al mundo fuese un niño: "Los niños tienen la vida mucho más fácil. Traer a una niña era traerla a ese mundo en el que nada era fácil para ellas". Pero sus plegarias no fueron escuchadas. Meses más tarde, nació una niña. "Ese día me quería morir", dice.

Sin embargo, utilizó esa rabia para dar inicio a la primera generación de mujeres de su familia salvada de la mutilación genital femenina. "Esta es mía. Y si es mía yo decido sobre su vida. Y yo decido que nadie la va a tocar". De esta manera surge la ONG fundada por Asha, 'Save a girl, save a generation'.

Asha conversando y sensibilizado a una mujer que se ganaba la vida practicando la mgf a niñas de su comunidad
Asha conversando y sensibilizado a una mujer que se ganaba la vida practicando la mgf a niñas de su comunidad Cedida

La labor de la ONG

Save a Girl Save a Generation es una organización no gubernamental que lucha contra la ablación femenina, la explotación a menores, el matrimonio forzado y contra cualquier forma de maltrato a la mujer.

Esta organización está exclusivamente formada y dirigida por mujeres a las que se les negó el derecho a hablar y defender sus derechos desde niñas. Por ello, sintieron la necesidad de proteger a otras mujeres para que no pasaran por lo mismo. Se registró en España en 2007, aunque ha estado trabajando de manera anónima desde hace 20 años para dar a conocer la realidad por la que pasan millones de niñas en el mundo, según explican en su página web.

"La ONG se dedica a erradicar la mutilación genital femenina a través de la sensibilización y las formaciones a diferentes entidades ya sean públicas o privadas, especialmente a aquella población que vienen de países donde se practica esta mutilación, sobre todo informarles de cómo detectar, prevenir e informar sobre este tema", detalla Asha.

La activista quería dar voz e implantar esta ONG en Madrid, donde aun nadie lo había hecho antes, y con ella dar herramientas a las personas para que aprendan a tratar un tema tan delicado como es la mutilación genital femenina y a las personas que pasaron por este tipo de violencia.

Esta ONG cuenta ya con un gran número de personas volcadas en la causa y está logrando una visibilización digna de admirar. Sin embargo, desde dentro admiten que no está siendo nada fácil y que con la intención no es suficiente: "necesitamos pasta", dice, a la par que denuncia que "en las subvenciones hay discriminación" y que su trabajo es "tan necesario como cualquier otro".

El último proyecto que ha llevado a cabo la ONG ha sido financiado por la Unión Europea y ha servido para formar a 7 agentes de cambio que, posteriormente, han formado posteriormente a otras personas y que siguen trabajando con ellas y también con otras organizaciones utilizando esa formación.

También apoyan a la comunidades que llegan a España con la búsqueda de trabajo, clases de castellano, recomendaciones cuando tienen problemas de papeles y clubs de lectura para aquellos que ya han aprendido el idioma. Pero no solo eso, sino que también profundizan en temas sociales muy importantes como la igualdad, la violencia de género o el feminismo: "educamos en cosas que no se hablan tanto en nuestro país de origen".

El tratamiento de la mutilación genital femenina en España

Desde 'Save a girl, save a generation' también se intenta dar una visión global del problema, pues muchas naciones consideran que la mutilación genital femenina es algo que no puede pasar y que solo ocurre en otras partes del mundo cuando solo hay que abrir los ojos un poco.

"Tenemos que aceptar que España es un país sociocultural. Ahora mismo hay niñas negras, marrones y blancas que son españolas", afirma Asha. Por ello, cree que el país debe involucrarse más en las ayudas y en la visibilización de temas como este.

La mutilación genital femenina, una cuestión de género

Las herramientas de control sexual de las mujeres no son algo nuevo. En China existía lo que se conoce como "los pies de loto", en Tailanda las llamadas 'paudung' (mujeres de cuello de jirafa) y en África Occidental el planchado de senos.En Europa también se han ejercido violencias similares Las bragas de hierro que los hombres ponían a las mujeres cuando las dejaban solas o la propia mutilación genital con el corte del clítoris para que no experimentaran ningún tipo de placer.

A pesar de que la mutilación genital femenina está en proceso de ser erradicada mundialmente, aún hay madres que se empeñan en que sus hijas pasen por ello porque consideran que de esta manera los hombres se fijaran más en ellas. Asha cuenta que una mujer le dijo un día que "los hombres (de su comunidad) prefieren a las mujeres mutiladas porque como ellos no tienen tanto aguante en la cama, no quieren que la mujer sea tan sexualmente activa".

Esto denota que se trata de una cuestión de género en la que la mujer se ve obligada a complacer los deseos del hombre, teniendo que sufrir ellas todas las consecuencias y maltratos.

La importancia de la educación en el proceso

Queda mucho camino por delante en esta lucha contra la mutilación genital femenina, pero Asha tiene claro que educar a las comunidades en las que esto ocurre es un paso imprescindible para alcanzar el cambio definitivo. "Hay que conseguir el abandono desde la raíz", argumenta.

Pero no solo allí. La activista añade que el tema debe tratarse en todas sus vertientes y en todas las partes del mundo. "Debemos comprenderlo y aceptarlo. No me vale una ley sin seguimiento".

Asimismo, aprovecha para lanzar un mensaje a las niñas que sufren este contexto y les invita a hablar y a pedir ayuda. "Que hablen, que buscan ayuda y que no pasa nada. Pero que hablen de ello", concluye.

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