Issei Sagawa es un estudiante universitario que saltó a la palestra por un escándalo: asesinar y comerse a su compañera de clase.
El joven japonés había acudido a Europa en un programa de intercambio de estudios para continuar con su carrera universitaria en París. Issei, de carácter completamente obsesivo, empezó a leer libros con historias en las que se destacaban a personajes antropófagos, como los aztecas (que se comían el corazón de sus enemigos para adquirir su valentía).
Poco a poco comenzó a realizar actos muy macabros que emprendía tras contactar con prostitutas: "Les metía la hoja de un cuchilllo en la garganta y fingía que iba a matarla. Después, dejaba que ella hiciera lo mismo conmigo. Pero aquella mujer no me interesaba. Simplemente jugaba con ella a un macabro juego. Fue un primer paso hacia lo inevitable", relató ante el tribunal.
Issei conoce a su víctima
Un año después, en la ciudad de la luz conoció a una estudiante holandesa, Renée Hartevelt, con la que rápidamente congenió en el aula. Las jóvenes que conocía en la universidad llevaron a que fuera consciente de algo: estaba surgiendo en él todo un canibalismo latente.
Con Renée comenzó a mantener muy buena relación. Estaban juntos todo el día, y ella acostumbraba a subir a su casa para ayudarle a traducir al francés algunas obras de poesía alemana. La joven era una mujer culta y refinada que siempre se mostró dispuesta a ayudar al recién llegado.
Sin embargo, cada vez que ella subía a casa no era consciente de lo que se avecinaba: "Los hechos sucedieron poco a poco, por grados. Una de las primeras veces que Renée vino al apartamento, yo me hice con un revólver y traté de golpearla por la espalda. Ella no se daba cuenta de nada. Estaba ya a unos milímetros de su cuerpo, presto a descargarle un culatazo mortal, cuando de repente se dio la vuelta y me sonrió. No tuve el coraje de seguir hacia adelante con mi propósito".
El crimen
Sin embargo, la tentación de matar crecía en el interior de Issei por momentos. Por ello, un 11 de junio de 1981 decidió invitarla... y la tragedia se consumó: "Primero intenté besarla, como ya había hecho otras veces. Renée empezó a retroceder. Le hablé de mi adoración por ella y del amor que sentía en mí como un huracán, y ella siguió resitiéndose". La situación iba complicándose por momentos: "Saqué mi carabina del armario para asustarla. Por causalidad mi arma se disparó y ella cayó fulminada".
Cuando yacía el cadáver de la joven ante sus ojos, Issei no dudó en actuar: "La tentación fue para mí demasiado fuerte. No supe resistir. La desnudé y abusé de su cuerpo. Después comencé a cortarla a trozos. En aquel momento pensaba que esa era la mejor manera de esconder su cadáver y de sacarlo de mi casa. Mientras cortaba aquel cuerpo con un cuchillo eléctrico, yo no era Issei, era un médico. No era un médico, era un diablo. Era Mefistófeles en persona. Cortaba y fotografiaba".
El relato prosige: "Como un autómata, empecé a probar con los labios algunos pequeños trozos que ya había separado del resto. Este impulso era más fuerte que yo. Una vez terminé el descuartizamiento, cogí unas partes y las metí en el frigorífico, y otras las llevé a la cocina y me las freí, aderezándolas con sal y pimienta. Descubrí que tenía un sabor agradable, dulce y delicado, un sabor similar al del atún".
La justificación del asesino también da buena cuenta de su escala de valores: "Mi gesto fue un acto de amor. De aquella manera conseguí tener a Renée dentro de mí para siempre", declaró ante la Justicia.
Después de todo ello, cogió dos maletas para guardar parte del cuerpo de su víctima, llamó a un taxi, y la sumergió en un lago situado en medio de un bosque. Despareció rápidamente y sin dejar rastro alguno.
Detención
A pesar de no dejar rastro, dos jóvenes que pasaban por la zona pudieron contemplar cómo el asesino sumergía las maletas. Un gesto que llamó la atención de las jóvenes, por lo que decidieron llamar a la Policía.
Cuando las autoridades abrieron la maleta, lo que encontraron en el interior les dejó estupefactos. Consiguieron, con mucho trabajo, identificar a la joven, una noticia que trascendió rápidamente a los medios. El taxista, que se enteró de la polémica, acudió a las autoridades para testificar e idenficar a Issei, que rápidamente fue detenido y conducido a dependencias judiciales.
En su declaración ante el juez, el joven japonés confesó tranquilamente y sin arrepentimiento los hechos con todo lujo de detalles. Que mantuvo relaciones sexuales con el cadáver, que preparó todo tipo de platos japoneses con su carne, trozos que aún permanecían en su nevera... todo tipo de detalles escabrosos que no reproduciremos.
"Desde hacía tiempo tenía ganas de comérmela. Muy frecuentemente he tenido ganas de comer carne humana, y esto desde hace ya mucho tiempo. En varias ocasiones, cuando hacía el amor, me daban ganas de comerme a la mujer que estaba conmigo", relato ante el juez.
Su crimen estaba ampliamente planificado: "Me atormentaba desde hacía tiempo la idea de hincar los dientes en la suave carne blanca y perfumada de mi amiga. Y me preguntaba: ¿porqué está prohibido comer carne humana? Esta era una obsesión que me atenazaba desde hacía muchos años".
La justificación de los psiquiatras y la corrupción que le dejó en libertad
Si el caso estremece, aún más lo hace la deriva del juicio, que fue un completo despropósito. Para comenzar con los técnicos psiquiatras, que llegaron a justificar su comportamiento de la siguiente manera:
Su caso podría parecer también como una especie de suicidio del hombre que se encuentra demasiado solo y desorientado, dividido entre dos civilizaciones. Issei parecía estar en ruptura de armonía. Nadie le había conocido aventuras sentimentales. Las prostitutas eran, aparentemente, su único equilibrio sexual. Issei era un hombre solo, sexualmente frustrado. Y la frustración sexual engendra a veces el crimen
Después de todo, el juez le ordenó dos años de prisión. Nadie lo sabe, pero quizás pudo influir un fuerte contrato de la empresa Kurita Water con la francesa Elf Aquitaine, un acuerdo muy lucrativo y que iba a llenar los bolsillos de muchas personas. Casualmente el padre del dueño de Kurita Water era el padre de Issei.
Nadie sabe si este hecho influyó, pero lo cierto es que, tras dos años en la cárcel de La Santé y otro año más en un psiquiátrico, el juez dijo que estaba enajenado y le envió de vuelta a Japón.
Allí, las autoridades le ingresaron durante quince meses en un centro de salud mental hasta que, paradójicamente, los expertos dijeron que estaba cuerdo, que no necesitaba atención médica y le dejaron en total libertad. La noticia provocó un fuerte revuelo en Francia y Holanda.
Estrella en Japón por su canibalismo
Tras el suceso, Issei pudo disfrutar de su libertad con creces: se convirtió en una estrella de todos los programas de entretenimiento en Japón.
Los espectadores nipones consideraron un entretenimiento ver a una persona caníbal. Lo consideraban gracioso. Y los índices de audiencia subían como la espuma cuando aparecía comiéndose un plato ante la cámara. Un espectáculo grotesco que no fue comprendido fuera de Japón.
Llegaron a ofrecerle ser actor pornográfico, quizás sin que nadie recordase que el asesino afirmó ante el juez sus ansias caníbales cada vez que mantenía una relación sexual. Todo se convirtió en una banalización y espectáculo completamente lamentable.
En la actualidad, triunfa como escritor, como invitado en programas de televisión y como pintor. En sus obras abundan mujeres blancas, del mismo tipo que Renée, cuyo asesinato tan sólo costó dos años de prisión. Él, mientras tanto, sigue sin mostrar ningún síntoma de arrepentimiento.