La extrema derecha austriaca cayó derrotada ante el independiente ecologista, Alexander van der Bellen. Ese es el titular. Sin embargo, la dramática realidad es que, pese a que Hofer no presidirá el gobierno austriaco, su ultraderecha acumula un 46,7% de los votos, decidiendo el resultado en un par de palmos de la foto fin de carrera. Este es una de las muestras más recientes del empuje de la extrema derecha europea, pero los correlatos se extienden a través de cada vez más países: en Francia con el Frente Nacional; Croacia con el HCSP; Dinamarca alzó al PPD como segunda fuerza; la neofascista Fuerza Nueva italiana de Roberto Fiore, o Alemania, que parece increíble, pero da pábulo a la ultraderecha temerosa del Islam de Frauke Petry. En buena parte de Europa emerge la extrema derecha como un fantasma del pasado, que vuelve amparado en los mismos dogmas que el fascismo de principios del XX utilizó: racismo, orden y autarquía. Estas siguen siendo los puntos radicales de todos los partidos, que con una u otra puesta en escena tratan de crear discursos mediáticos en torno al terrorismo de DAESH y la salida de la UE como medida económica.
Norbert Hofer, FPÖ austriaco
El discurso del FPÖ alude a la tradición, el orden, la familia tradicional, la salida del euro y la Unión Europea, y promete a los austriacos "protección frente a la inmigración". Que Hofer hoy no sea el responsable del gobierno austriaco es una sorpresa incluso para él, que promete volver a intentarlo por un "compromiso con sus electores". Cuando el FPÖ inició su ascenso en el marco electoral, obligando a segundas elecciones en el país, la extrema derecha europea a la espera, como la de Le Pen, celebró el su triunfo como un primer paso para una cruzada que comparten. En España, Santiago Abascal también aplaudió el ascenso ultra de Hofer.
Marine Le Pen, Frente Nacional Francés
El caso de Le Pen es radicalmente diferente al de la mayoría sus análogos europeos, ya que Le Pen es un animal político de larguísima tradición, en un partido de ultraderecha también muy longevo. El rastro directo del fascismo se tradujo en diferentes puntos de Europa en el Frente Nacional, reducto recurrente para servir de brazo político al neonazismo. Sin embargo, durante la década de los 90' los políticos de extrema derecha razonaron que alejarse de los movimientos neonazis, al menos en la escena pública, era el primer paso necesario para lograr tener opción política. En Francia Le Pen fue la impulsora de esta limpieza de imagen pública del Frente Nacional, y con Francia atravesando una crisis política y social muy profunda, Le Pen se descubre como la principal alternativa para los franceses en las elecciones de 2017, por encima de la tocada socialdemocracia francesa y de la derecha conservadora.
La carrera de Le Pen es lo suficientemente larga como para haber perfilado su propuesta de manera muy clara: abiertamente xenófoba, su última idea es que los inmigrantes paguen los gastos escolares del servicio de educación público, y volcada en economía nacional, con aranceles para la importación, salida del euro e impulso de la producción francesa. Entre dos aguas: las huelgas y los atentados, Le Pen se fortalece en la previsión política gala.
Bélgica y el apogeo racista de Vlaams Belang
Las causas de ascenso en la extrema derecha francesa se replican con el impulso de los racistas en bélgica, motivado, según los analistas, en torno al discurso de la amenaza terrorista y los refugiados sirios. La ultraderecha emerge en el país a través de Vlaams Belang ("Interés Flamenco"), independentista, xenófobo y antieuropeista, que en los últimos sondeos roza el 12%, duplicando resultados previos.
Amanecer Dorado en Grecia
El caso de Amanecer Dorado es muy diferente al de Le Pen, por ejemplo, al menos en la puesta en escena. Mientras que el Frente Nacional trata de dar una imagen pública alejada de los movimientos neonazis, Amanecer Dorado es, sin ambages, el brazo político de los grupos hitlerianos griegos. Su fundamentación política prácticamente se reduce a tres puntos: rechazo a la izquierda, homofobia y racismo. Con medio centenar de sus principales representantes envueltos en casos de violencia de odio como pertenecientes a banda criminal, Amanecer Dorado colocó, sin embargo, 18 escaños en el parlamento griego.
El Jobbik húngaro
Capitaneado por Gábor Vona, el ultraderechista húngaro se ha convertido en la tercera fuerza política del país con el 20% de los votos. Sin opción a presidencia, por ahora, el discurso de los húngaros se centra en la territorialidad: antieuropeos y antisemitas, encuentra en el Estado de Israel una de sus amenazas principales, la cuadratura de su círculo ultraderechista termina con el rechazo también a la población gitana. En Hungría el Jobbik convive con la derecha nacionalista tradicional, el Fidesz, como la fuerza más votada con el 44% en las últimas elecciones, por lo que el espectro de derechas ocupa ahora mismo toda la fuerza entre los votantes del país.
Con el ánimo de escalar en las próximas elecciones, el Jobbik de Gábor Vona está tratando de suavizar su puesta en escena. Sin embargo, con Jobbik se relaciona una patrulla urbana organizada en el país que entraba en los barrios gitanos para amedrentar a la población.
El pensamiento de ultraderecha húngaro no sólo está muy marcado en el Jobbik, sino que Viktor Orbán, primer ministro del país por el Fidesz, ha sido uno de los políticos europeos más radicales en su rechazo a los refugiados. Las Naciones Unidas se han enfrentado a Viktor Orbán, que ha convertido la frontera en un búnker con una doble valla y vigilancia constante.
En España: la radicalización de la derecha conservadora de la que nadie habla
Justo con el caso del conservador Viktor Orbán enlazamos con España. Se tiende a señalar a VOX como el garante de la extrema derecha española, pero el partido de Abascal fracasa en elecciones una y otra vez. La razón de que en España la extrema derecha de VOX no cale puede que responda a la renovación de la izquierda española a través de Podemos o la Izquierda Unida de Garzón, o simplemente al hecho de que la derecha católica española cada vez sea más ultra.
En lo económico, la derecha del Partido Popular con su alineación europeísta se aleja radicalmente de la extrema derecha europea, pero en la políticas sociales tienda a aproximarse.
El rechazo a los refugiados ha sido perfilado con la maestría de un sátiro por el gobierno de Rajoy, asegurando plegarse a las cuotas de refugiados que se requerían a España (unas 800 personas); y dando acogida finalmente a poco más de medio centenar.
En cuanto a los inmigrantes, nos ponemos manos arriba cuando Trump habla de la "necesidad" de un muro para separar USA de México,pero en España, Ceuta y Melilla revistieron de cuchillas sus fronteras para someter a gravísimas lesiones a todo aquel que se atreviese a saltar, con la constante negativa del grupo popular a retirarlas. Amnistía Internacional, SOS Racismo, y una larga lista de asociaciones pro derechos han denunciado el caso, mientras que la extrema necesidad sigue impulsando a personas a saltar la valla a pesar de las consecuencias. Por otro lado, los centros de internamiento de extranjeros exponen una situación de vida sospechosamente similar a las de los centros penitenciarios, sin grandes pronunciamientos por parte de las instituciones.
Si pensamos en ese dogma de Hofer de los "Austriacos primero", aplicable a cualquiera de los partidos de extrema derecha, descubrimos el mecanismo con el que se tiende a racionalizar el discurso xenófobo. El argumento es que la inmigración arruina el sistema social del país, bien a través del servicio de desempleo, rentas de urgencia social o directamente a través del gasto sanitario. En España, el gobierno de los últimos años ha hecho ejercicio práctico de esta racionalización empeñado una y otra vez en sacar de la sanidad universal a los inmigrantes sin regularización.
Por último, la homofobia es otro de los puntos recurrentes en cada programa ultra, en el que la derecha católica española también ha tomado partido, opositores declarados a cualquier concepto de familia que no sea el de hombre y mujer. El mismo rastro de familia de "orden" que Hofer define, también se mantiene en la programática Popular con la oposición abierta al aborto.
No sólo acudimos, por tanto, a una emergencia de la ultraderecha en el escenario político institucional, sino que los partidos conservadores tradicionales europeos también están radicalizando posturas. El ascenso político de la derecha ultra ha dado alas a las facciones más duras de los partidos conservadores, como explica Dave Sinardet, politólogo de la Universidad de Bruselas. Hemos ilustrado el caso español, también la política migratoria del conservador Víktor Orbán en Hungría, lo mismo se aplica al escenario político belga con el N-VA, o la radicalización del ya desplazado Sarkozy, que pretendía prohibir, por ejemplo, el velo en las universidades, así como suspender la reagrupación familiar para inmigrantes.