Los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils dejaron un total de 16 muertos, 152 heridos y el primer ataque con éxito perpetrado en España por una célula del Daesh. La explosión de Alcanar dinamitó los planes iniciales, que incluían volar la Sagrada Familia o la Torre Eiffel y dejaron una huella que permanecerá en toda la sociedad española.
¿Qué pasó por la mente de los terroristas que finalmente atacaron Barcelona y Cambrils? ¿Cómo llega un joven perfectamente integrado a alcanzar un nivel de radicalismo de tal calibre?
"Simplemente consiste en saber qué puerta tocar, cuándo necesitas a alguien para un acto concreto, es relativamente sencillo saber qué punto tocar para despertar su odio o su ira", relata el Dr Carlos Cuadrado, forense y presidente de la Asociación Profesional Colegial de Criminólogos de España; junto con Andrea García Beato, psicóloga Forense, en declaraciones a Los Replicantes.
Este era, quizás, uno de los problemas que todos los miembros de la célula enfrentaban. Por ejemplo, Youssef Aalla arrastraba problemas de adicción a la cocaína, el alcohol y el hachís. Moussa Oukabir trabajaba como jefe en una discoteca dirigida al público árabe en Barcelona hasta que perdió su puesto por una reyerta organizada por los asistentes, casi siempre fumados y drogados. Conoció a Es Satty un mes después, y en tan solo seis ya había jurado fidelidad al Daesh.
Por ello, quizás, nuestros expertos coinciden: "A una persona socialmente estabilizada resulta complicado poder radicalizarle solo con palabras. En cambio, a jóvenes perdidos, hijos de las calles, con odio internalizado por diversos motivos, es relativamente fácil poder manipularles para llegar donde el líder quiera".
Youssef representa este mantra al completo: tras entrar en la célula, dejó de drogarse e inició una rutina de adoctrinamiento que terminaría con un desenlace fatal. Pero no era la situación de todos: por ejemplo, Said Aalla había llegado a convertirse en delegado de clase en su instituto y contaba con una familia bien estructurada, que ahora no se explica lo sucedido.
Él fue el único que se despidió con una carta llena de faltas de ortografía, en la que delimitaba la herencia a cada uno de los miembros de su familia y les dedicaba las siguientes palabras: "Os pido perdón por las molestias que os he causado".
Sin embargo, todas estas grietas son el perfecto caldo de cultivo para que estos jóvenes se sientan protagonistas: "Alá nos ha elegido entre millones de hombres para haceros llorar sangre", llegó a decir uno de ellos en el vídeo grabado mientras preparaban explosivos y que permanece dentro del sumario de la causa.
"El atentado puede suponer un incentivo para perpetrar ataques mejor preparados y delimitados"
Los terroristas de Cambrils actuaron en contra del instinto más básico de cualquier ser humano: el de supervivencia. Conociendo el resultado, quizás, se podría pensar que supone un bálsamo para aquellos jóvenes que se planteen copiar sus planes. Nada más lejos de la realidad.
"Todo suma. Cuando no tienes nada que perder, por pequeña que sea la hazaña, es considerada victoria, por mal que salga, siempre tendrán más de lo que tenían", relatan nuestros expertos, e inciden: "Supongamos que no se hubieran podido llevar a cabo los atentados, pero la prensa se hubiera hecho eco de dicho fracaso. Para los autores ya supone una publicidad que antes no tenían".
El trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado termina diariamente con gran parte de estas células, pero es imposible controlarlo todo. Y, ataques como el de Barcelona, no ayudan: "Para el resto de células puede suponer un incentivo para perpetuar un nuevo ataque mejor preparado y definido. Muchas veces los propios líderes necesitan esos 'pequeños éxitos' para poder incentivar a nuevos ejércitos de fanáticos".
En este punto, quizás, destaca el imam de Ripoll. A pesar de su inesperada muerte en Alcanar, hay indicios de que no tenía en ningún caso la voluntad de perder la vida en los ataques. Quizás, con el objetivo de sumar nuevos adeptos a la causa y seguir perpetrando atentados. Aunque también queda la duda sobre los propios atacantes: por ejemplo, la carta de Said Aalla comienza con un "si me sobreviene la muerte os dejo una nota..." que deja duda a sus intenciones.
"Las víctimas y sus familiares pueden enfrentar largas secuelas psicológicas de todo tipo"
La vida de muchas personas cambió un 17 de agosto de 2017 a las 16:57 H. Ese fue el momento en el que Younes Abouyaaqoub irrumpía en la Rambla de Barcelona y "descendió y cogió velocidad mientras que circulaba en 'S' para coger al máximo número de personas", tal y como relató aquel día un testigo a TV3.
Fueron 14 muertos, a los que se sumó Pau Pérez, asesinado por Younes para robar su vehiculo y huir de la zona; así como otro joven de Cambrils, que fue apuñalado por los cuatro terroristas que actuaron en la zona antes de ser abatidos por la Policía.
En una situación tan crítica, parece evidente que la huella que deja en cada persona es muy potente: "Pueden sufrir consecuencias a nivel psicológico", reconocen nuestros expertos, que las dividen en corto y largo plazo.
"A corto plazo, pueden presentar problemas de ansiedad, desestabilización emocional, sentimientos de indefensión, evitación de personas o situaciones, agresividad, rumiación de pensamiento, distorsiones cognitivas, síntomas físicos, desorientación, etc". Todo ello necesita de una terapia y atención tempranas para evitar que derive en otros problemas.
Si no se hace, llegamos a desarrollar y cronificar las consecuencias a largo plazo: "trastornos del ánimo como la depresión, trastorno de estrés postraumático, trastornos del sueño, de la alimentación, etc", advierten Carlos Cuadrado y Andrea García.
En el caso de que las personas sientan estos síntomas, la terapia se antoja imprescindible: "Dentro de los programas de tratamiento a este tipo de víctimas se incluyen, en general, objetivos como corregir las creencias distorsionadas, abordar las reacciones fóbicas y los sentimientos de culpa, así como de reorganizar la red de apoyo familiar y social".
La mente de cada persona es única y, en algunos casos, "hay víctimas que son capaces por sí mismas de aceptar e incorporar las experiecnias traumáticas dentro de sus repertorios de experiencias vivenciales, sin necesidad de ayuda externa o profesional".
"Hay que invertir en educación"
Mientras que la Policía y la Guardia Civil continúan desmantelando células, Carlos Cuadrado y Andrea García muestran uno de los puntos que consideran clave a la hora de luchar contra esta problemática: "Es necesario reforzar e invertir en la educación que estamos otorgando a nuestros jóvenes, pues consideramos que es ahí donde nacen la mayoría de los problemas sociales a día de hoy (discriminación, fanatismo, violencia, etc)".
También insisten en que la variable de cada individuo es fundamental. Pero, quizás, se pueda reducir este problema con herramientas para que los jóvenes sepan defenderse de estos 'cantos de sirena'. Algo fundamental si queremos evitar tragedias tan dramáticas como el 17-A o el 11-M.