La energía nuclear siempre ha sido tema de mucha controversia. Defensores y detractores de este tipo de obtención de energía, que en España supone alrededor del 20% de la energía eléctrica, han debatido desde hace años sobre si las centrales nucleares deberían seguir operativas o no. Y es que, a pesar de la 'seguridad' que pueda transmitir en series como 'Los Simpson', hay motivos de peso para dejar de lado esta energía como, por ejemplo, la cantidad de residuos que dejan sus instalaciones.
En este debate entra con un papel protagonista Alemania, quien plantea cerrar todas sus centrales nucleares para el año 2022 como muy tarde. Esta clausura viene de largo, pues se puso en marcha hace ya 16 años, cuando el antiguo canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder ordenó en 2000 el cierre de las 19 plantas nucleares que posee el país para el año 2020. De hecho, la última planta nuclear en ser desconectada de la red fue Grafenrheinfeld, la más antigua del país germano, con 33 años de actividad, en julio de 2015. Generaba el 1,6% de la energía consumida en todo el país y el 11,5% de electricidad en la región de Baviera.
Alemania es un país muy conocido por su gran trayectoria de manifestaciones antinucleares, siendo la primera de muchas la ocurrida tras el accidente nuclear de Three Mile Island (EEUU) en 1979. Al contrario de lo que se piensa, el desastre de Fukushima (Japón) en 2011 no fue el causante inicial de este plan, aunque sí ayudó a que la opinión pública presionara aún más al gobierno para forzar este cierre definitivo cuanto antes. De hecho, el motivo por el que no se ha seguido al pie de la letra el límite de fechas es por la pequeña tregua que Merkel dio a las compañías eléctricas meses antes de lo ocurrido en Fukushima.
En el año 2000, casi un tercio de la energía consumida en el país era producida en estas centrales, cifra que bajó el pasado año a un 17%. En solo 6 años se debe disminuir esta cifra a 0 y cerrar las 8 plantas restantes, siendo la primera de estas la de Grundremmingen B, cuya clausura está prevista para finales de 2017. Pero, si se cierran las centrales nucleares, ¿cómo obtendrá energía un país como Alemania?
Un cambio energético caro (y contaminante)
Es aquí donde hay cierta controversia entre los medios y la opinión pública. El país europeo tiene un plan para convertir todas estas fuentes de energía en proceso de desmantelación en fuentes de energía renovable como la eólica, solar o biomasa, además de otras contaminantes como el carbón. El presupuesto previsto para este cambio energético está estimado en un trillón de euros en total, aproximadamente unos 20 billones anuales necesarios para rellenar este hueco energético.
Por si esto fuera poco, el incremento del uso del carbón está produciendo un aumento no solo del dióxido de carbono sino de la radioactividad, ya que la ceniza de este elemento es aún más radioactiva que los residuos de una central nuclear, según informa la revista Scientific American. El carbón contiene uranio y torio que, al convertirse en ceniza, multiplican sus niveles por diez. Debido al cierre de plantas, el carbón ha aumentado su uso un 44% en Alemania, produciendo 28 millones de toneladas de CO2 por todo el país cada año desde que se aprobara el plan.
A este problema se le suma la desmantelación total de las centrales. Además del coste que supone la clausura de cada una de las centrales (las compañías eléctricas alemanas lo estiman en 1,5 millones de euros por central aproximadamente), hay que hacerse cargo del material radioactivo, transportarlo y almacenarlo durante, mínimo, un siglo entero. Se supone que el coste total de todo este proceso rondaría alrededor de los 4,7 millones de euros de cada central nuclear, contando el almacenamiento de material en estos cementerios nucleares.
Un caso que merece la pena destacar es el de la central alemana SNR-300, ubicada a escasos kilómetros de la frontera con Países Bajos y a orillas del Rin. Esta central se construyó a lo largo de los años 80 pero nunca llegó a estar operativa, por lo que un empresario holandés decidió comprarla y convertirla en un parque de atracciones con hotel como puedes ver en nuestra galería. Una segunda vida para una infraestructura con fecha de caducidad.