La campaña electoral ha llegado al culmen con la celebración de los debates que han acogido RTVE y Atresmedia. De cara a las elecciones generales que tendrán lugar el 28 de abril, los líderes de los principales partidos con opciones a gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Casado (PP), Pablo Iglesias (Unidas Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos), se reunieron para confrontar sus programas y rascar votos del alto porcentaje de indecisos e indecisas que aún no saben qué papeleta depositar en las urnas.
Siendo una de las elecciones más trascendentales de la historia democrática de España, los debates adoptaron una especial relevancia en mitad de una tensión creciente entre los partidos. La formación de bloques irreconciliables, derecha e izquierda, lleva meses fraguándose, teniendo en la crisis de Cataluña y en la unidad de España su eje principal, lo que ha acabado dando alas a la extrema derecha representada por VOX, que espera dar el salto al Congreso de los diputados tal y como sucedió en la Junta de Andalucía, confiando convertirse en clave para la formación de un gobierno conservador.
Ante este panorama, estaba claro Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno, se iba a convertir en el objetivo de los dardos de sus adversarios, especialmente de la derecha, en los debates televisados. Y así fue, dando como resultado un encuentro bronco en el que uno de sus protagonistas no dudó en descender al barro, en convertir la cita en un ring de boxeo mediante histrionismo y ataques a diestro y siniestro a base de merchandising. ¿Lo escuchan? No es el silencio, es Albert Rivera.
Comiéndole el espacio a Pablo Casado
Pese a haber insistido siempre en catalogarse como una formación de centro, Ciudadanos finalmente ha preferido retratase a la derecha tal y como demostró en Colón junto al Partido Popular y a VOX. Así, uno de sus principales objetivos en los debates era superponerse a Pablo Casado. Y lo consiguió, sobre todo en la cita moderada por Xabier Fortes en RTVE. En la noche del 22 de abril, el líder de los naranjas consiguió acaparar la oposición a Sánchez ante un candidato popular apocado que pasó absolutamente desapercibido.
Sin embargo, en el debate de Atresmedia, moderado por Ana Pastor y Vicente Vallés, Pablo Casado despertó y trató de recuperar el terreno perdido. Así, se vivieron algunos duelos dialécticos entre ambos políticos pese a dejar más que claro que el pacto entre sus formaciones está más que asegurado. Tanto es así que, a la hora de hablar de la corrupción de los partidos, Albert Rivera no tuvo ningún pudor en defender al PP cuando Pedro Sánchez sacó a relucir sus casos recordándole al socialista sus vergüenzas.
Histrionismo y circo
Más allá del discurso de Albert Rivera, lo que más destacó del líder de Ciudadanos fueron sus formas. Y no precisamente para bien. Ya en RTVE dejó clara su línea propinando varios golpes a Pedro Sánchez, al que llegó dispuesto a derribar a toda costa. El liberal fue con el discurso aprendido basándose, tal y como ha hecho a lo largo de toda la campaña electoral, en atacar al actual presidente del Gobierno más que en construir y proponer.
Para ello, acudió con un buen número de cachibaches debajo del brazo a base de cartulinas con gráficos y titulares, tarjetas sanitarias muy españolas e incluso marcos de fotos. Pecó de histrionismo en su afán por acaparar toda la atención, actitud que multiplicó en Atresmedia al tratarse de un debate menos encorsetado sin ceñirse de una manera muy estricta a los tiempos, con posibilidad de pregunta, repregunta y réplica.
Al encuentro celebrado en la noche del 23 de abril, Rivera casi acudió con el baúl de la Piquer, pues desde el minuto uno comenzó a sacar todo tipo de obsequios, desde la tesis de Pedro Sánchez hasta un marco con otra fotografía pasando por un pergamino con los casos de corrupción del PSOE (de los del PP se olvidó, claro). En esta ocasión, el líder naranja se mostró más agresivo, llegando incluso en más de una ocasión a faltar al respeto al socialista.
Rivera fue excesivo, se comportó como un matón de colegio y denigró el debate electoral. Tal es así, que incluso Pablo Iglesias, que adoptó la actitud más seria y constructiva, tuvo que llamarle la atención: "No interrumpa todo el rato, se puede ser educado y debatir, pero es usted un maleducado. Es una cuestión de respeto a la gente que nos está viendo y estoy convencido de que a mucha gente que le vota a usted no le gusta que sea tan impertinente, se lo digo con todo el cariño".
Consecuencia: degenera la calidad democrática
¿Qué pretendía Albert Rivera con esta actitud? Rascar votos. En mitad de un clima de tensión sabe que apelar a las pasiones surte efecto. Con Cataluña como baza principal y mencionando a Quim Torra hasta la saciedad sabe que puede dañar a Sánchez y ocupar el protagonismo en la defensa de la unidad de España quitándole el foco a Casado en esta causa. Y lo logró, el liberal consiguió ser protagonista y llamar la atención a base de circo, lo que le habrá servido para convencer a indecisos e indecisas fruto de la sangría que está sufriendo el PP.
Sin embargo, este tipo de postura tiene una serie de consecuencias. La principal es que denigró los debates reduciéndolos a ataques y golpes de efecto, pero es que la política no son fuegos artificiales. La más importante es que degenera la calidad democrática del país, porque provoca mayor polarización, se pierde el respeto y lo reduce todo a un patio de colegio que los españoles y españolas no mercemos.