Ahmed Rabbani fue identificado como un extremista islámico y detenido en Guantámo en el año 2002 sin que se llegaran a presentar nunca cargos contra él. Este ciudadano pakistaní, que antes de su detención se limitaba a conducir un taxi para ganarse la vida, ha denunciado en múltiples ocasiones su situación y las torturas que ha sufrido en Guantánamo.
Rabbani se ha visto obligado incluso a realizar una huelga de hambre que ha deteriorado sensiblemente su situación para denunciar su caso. Finalmente, se ha anunciado su liberación, después de casi 20 años encerrado sin ninguna causa pendiente.
La organización Reprieve ha compartido su caso en redes sociales: "Ahmed Rabbani es nuestro cliente autorizado para ser liberado de Guantánamo. Ha estado encerrado sin cargos por Estados Unidos durante 19 años. Su liberación es una noticia que vale la pena celebrar, pero no es el final de la historia. Todavía no tiene idea de cuándo se le permitirá volver a casa".
La historia de este taxista de Karachi lleva varios años dando la vuelta al mundo e incluso se incorporó al Informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre Tortura. Hace solo unas semanas, escribió una carta publicada por The Huffington Post en la que denunciaba su situación, años de sufrimiento y torturas físicas y psicológicas.
También, explicaba su decepción con las Administraciones de Barack Obama, que no cumplió y tampoco confiaba en que Joe Biden escuchase sus peticiones. "Me han torturado usando más de 60 métodos diferentes... Casi dos décadas de mi vida han sido robadas porque Estados Unidos pensó que yo era otra persona", explicaba en su carta.
Casi 20 años encerrado, sin cargos ni juicio
Los problemas de Ahmed Rabbani comenzaron cuando le entregaron una recompensa de 5.000 dólares bajo la identidad de Hassan Ghul, un extremista islámico al que buscaba Estados Unidos. Le arrancaron una confesión tras sufrir todo tipo de torturas, según han denunciado tanto él como sus abogados.
Lo llamativo de la historia es que el verdadero Ghul fue finalmente detenido y encarcelado en la misma prisión de Kabul en la que él estuvo encerrado. Tres años después, Ghul fue puesto en libertad y Rabbani siguió preso y acabó siendo trasladado a Guantánamo sin que se hayan presentado cargos contra él, ni siquiera un juicio.
En su carta, Rabbani señalaba que unas semanas antes sus abogados habían presentado su caso ante la Junta de Revisión Periódica y que "si la Junta recomienda mi liberación de Guantánamo, a pesar de que esto sería una recomendación de las agencias de seguridad nacional de Estados Unidos, si me liberan y cuánto tiempo tardará todavía depende del presidente Biden. Mi destino está en sus manos", señalaba. Su liberación finalmente ha sido aprobada, aunque todavía no hay fecha.
Rabbani también ha explicado que Ghul fue finalmente liberado y que siguió con sus actividades previas, hasta que finalmente fue asesinado en un ataque con drones. Mientras, él sigue encerrado con una llamada al mes por Skype para ver a su familia. No ha conocido todavía a su hijo menor.
"Una prisión sin ley"
Rabbani también ha contado su experiencia en la cárcel estadounidense: "Si tuviera que describir Guantánamo al mundo, diría que es una prisión sin ley donde Estados Unidos ha desperdiciado 6.000 millones de dólares para encarcelar a personas sin juicio, ganando nada más que una reputación de injusticia. Ahora gastan más de 13 millones de dólares al año solo para retenerme aquí. Imagínese el bien que se podría hacer con ese dinero y la buena voluntad que podría generar. Quizás incluso podrían comenzar a compensarme por la tortura que he sufrido", denunciaba en su escrito.
Su única protesta durante estos años fue una huelga de hambre de la que se informó a través de una página web para visibilizar su caso. De hecho, tuvo que ser alimentado a la fuerza con un tubo por su estado de salud. Él lo describe como otra forma de tortura: "Esa experiencia diaria resume mi vida: un procedimiento de alimentación forzada que debe llevarse a cabo amablemente en un hospital, pero que ha sido modificado para infligir dolor intencional todas los días (y las Naciones Unidas lo describen como tortura en sí)".
En su carta reconocía tener cierta esperanza en las promesas de Joe Biden, pero aseguraba que se desvanecían al recordar el papel de Barack Obama: "Un recluso fue liberado recientemente, el primero durante la presidencia de Biden, pero la esperanza es un lujo que mi familia y yo simplemente no podemos permitirnos. Después del sufrimiento psicológico que hemos soportado durante mis 19 años en prisión, permitirnos sentir esperanzas por mi liberación, basadas en promesas de un presidente que aún no ha cumplido, podría llevarnos al límite".
Finalmente, su puesta en libertad ha sido autorizada, pero sigue sin una fecha concreta. Mark Maher, de la organización Reprieve, explica que "el resultado de la Junta de Revisión Periódica es un paso positivo, pero no lo celebraremos hasta que esté de regreso con su familia en Pakistán y pueda abrazar a su hijo de 19 años por primera vez".