La crisis del coronavirus continúa surfeando uno de los principales agujeros a la hora de combatir el patógeno: la falta de test masivos para conocer quiénes están infectados con el coronavirus, quiénes lo han superado y quiénes se mantienen todavía ajenos a sus garras.
El inicio de esta fase, vital para controlar realmente la pandemia (como ya ha demostrado Corea del Sur) se lleva posponiendo durante las últimas semanas, en las que el Gobierno ha hecho gala del "vuelva usted mañana" sin tapujos.
Con todo ello, nos situamos a casi un mes del estado de alarma y todavía no hay un muestreo fiable sobre la verdadera expansión del coronavirus. Ni siquiera entre el colectivo que combate contra el virus en el frente de batalla, el colectivo de los sanitarios.
Los médicos denuncian que, sin un mapa fiable de la incidencia del virus entre los sanitarios, la capacidad de combatirlo se encuentra mermada. Entre otros motivos, porque los sanitarios desconocen si pueden ser positivos asintomáticos, lo que implica un riesgo de contagio a los pacientes a los que se supone que están atendiendo.
El último paquete de pruebas encargado por el Gobierno, cinco millones de unidades, son de tipo serológico, es decir, aumentan su fiabilidad en función del tiempo en el que pasa la infección (un 64% en etapsas iniciales y cerca del 100% a los quince días). Es decir, resulta prácticamente imposible saber si alguien contagia el virus en la etapa inicial, la de mayor riesgo, porque el nivel de detección es muy bajo.
El nuevo plan de Sanidad
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ahora quiere revertir esta situación y, después de semanas de tardanza, las pruebas a sanitarios con síntomas se están realizando con cierta regularidad. Ahora, se espera que esta medida se extienda a todos los miembros que se encuentran en la primera línea de batalla frente al virus, al igual que los que han pasado la enfermedad y los que se encuentran curados que, teóricamente, ya serían inmunes al coronavirus.
Los sindicatos califican de "barbaridad" que no haya un estudio suficientemente elaborado a estas alturas de la pandemia y piden que se avancen todas las medidas todo lo posible, puesto que se considera que la respuesta efectiva realmente está llegando demasiado tarde.
Por ahora, el protocolo del ministerio es recomendar que los sanitarios sospechosos vuelvan a trabajar siete días después de que los síntomas hayan remitido, siempre provistos de mascarillas y evitando el contacto con pacientes inmunodeprimidos. Sin embargo, el protocolo obvia el gran problema de la pandemia: los pacientes asintomáticos, que transmiten el virus y que no son conscientes de su situación, estableciendo una cuarentena que permita atajar el patógeno y volver a la primera línea de batalla con la inmunización correspondiente.