Durante el comienzo de la crisis sanitaria, la gran mayoría de la comunidad científica mostró una fuerte preocupación por el futuro del continente africano. Con una población expoliada, sometida a hacinamientos, a la que no se brinda un sistema sanitario digno y donde ni siquiera existe acceso a la herramienta básica, el lavado continuado de manos; todo apuntaba a un escenario dramático para el continente.
Sin embargo, con el paso de los meses, África se ha convertido en el mejor territorio para evitar el coronavirus: en el número de casos diario, a escala global, solo supera a Oceanía, donde la baja población y el contexto insular contribuyen a una mejor situación. El continente si quiera ha vivido escenas como las fosas comunes que se han visto obligados a construir en Brasil, Irán o Estados Unidos (sobre todo en Nueva York).
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha destacado en un comunicado que "la evolución de la pandemia en África ha sido diferente" a cualquier otro continente.
El director regional de la OMS para África, Matshidiso Moeti, indica cómo aprecia la expansión en este territorio: "Estamos observando múltiples brotes locales, cada uno con sus propios patrones y picos de infección", destaca.
Esto contrasta con otros lugares como Europa, donde los brotes se han expandido rápidamente por las grandes capitales, posteriormente han avanzado hacia zonas inmediatamente relacionadas por cuestiones laborales o sociológicas y, en último término, han llegado al ámbito rural. Algo en lo que también influye una mejor conexión interterritorial que, todavía, no se da en este continente.
Pero no hay un consenso en torno a qué sucede en África. Algunos especialistas celebran, por ejemplo, la rapidez con la que ha actuado Sudáfrica con los confinamientos como ejemplo de reacción que se ha extendido al resto de países. También el suministro de respiradores que se ha vivido en este país meridional y la gran campaña de concienciación sobre las mascarillas. Esto podría haber llevado a mantener una mejor gestión de la crisis sanitaria.
Uno de los factores señalados se encuentra en la edad media: el continente está habitado principalmente por gente joven donde muy pocos superan la barrera de los 80 años. Precisamente, la población con edades más avanzadas ha sido el colectivo que ha copado la gran mayoría de las muertes por el patógeno. Por ello, habría una mayor incidencia de asintomáticos que evitaría los peores efectos de la enfermedad.
Otro de esos factores preocupa mucho más: la falta de medios para identificar casos. La mayoría del África subsahariana (con alguna excepción como Sudáfrica) no tiene grandes sistemas sanitarios instalados a nivel nacional, lo que llevaría a que muchas muertes y contagios queden sin identificar. En este caso, la incidencia de África sería un mero espejismo que podría ocultar un drama mucho mayor del que todavía no tenemos conocimiento.
Y, finalmente, una tesis que todavía se baraja entre los epidemiólogos pero que pierde fuerza: que los hacinamientos hayan llevado a la población a contagiarse previamente de todo tipo de cepas del coronavirus y que ahora existiera cierto tipo de inmunidad cruzada en la población. Algo que no se ha dado en otras poblaciones con características similares como las favelas de Brasil.
De hecho, los 55 países africanos con las estadísticas más fiables registran en su conjunto 29.000 muertos (España, sola, 27.000), además de 1.228.506 casos (España queda en el medio millón), según datos oficiales de la Universidad Johns Hopkins. Por países, Sudáfrica se encuentra en primer puesto (620.132 y 13.743 muertes), seguido de Egipto (98.285 positivos), Marruecos (58.489 afectados), Nigeria (53.477 casos), Etiopía (48.140 enfermos) y Ghana.
Mascarillas obligatorias, cierres y prohibición de vender bebidas alcohólicas
Mientras tanto, algunos países empiezan a incrementar sus medidas para frenar contagios. Túnez, por ejemplo, impone la mascarilla en espacios públicos, aunque el primer ministro, Elies Fajfaj, indica que la pandemia está "bajo control" en este país septentrional, tal y como recoge la emisora local Mosaique FM.
Malaui, por ejemplo, mantiene cerrados todos sus bares e iglesias hasta nuevo aviso, impone el uso de mascarilla y prohíbe reuniones de más de 10 personas. El cumplimiento de medidas se controla a través de un cuerpo de efectivos creado para tal efecto, extendido por todo el país, como ha indicado la ministra de Justicia, Chikosa Silungwe.
Sudáfrica, mientras tanto, cuenta con un plan de desescalada en el que se incluyen medidas de apertura muy lentas, muy extendidas en el tiempo y una particular ley seca que ha impedido la venta de alcohol en todo el país durante semanas: "Las medidas que hemos implementado han funcionado y estamos viendo una disminución del número de infecciones", ha afirmado Lungi Mtshali, portavoz del Ministerio de Gobernanza y Asuntos Tradicionales.
La incógnita se mantiene sobre la mesa, aunque la situación de África no es para dejar en un segundo plano al continente: junto al riesgo de que haya un déficit en la localización de casos; también existe el temor a que el continente viva una expansión mucho más lenta del virus por sus condiciones particulares... que podría dar pie a una oleada fuerte en los próximos meses.