El avance de los talibanes preocupa. Ya controlan más de la mitad del país y el Departamento de Defensa de Estados Unidos cree que podrían aislar la capital, Kabul, en 30 días para tomarla en 90, lo que llevaría a controlar todo el territorio.
El Gobierno británico también ha alertado sobre el riesgo que implica este suceso: Afganistán se consolidará como estado fallido y Al Qaeda, hasta ahora debilitada, volverá a prosperar, volviendo a la situación que existía en 2001, justo antes de los atentados del 11-S.
Estados Unidos todavía cree que puede dar la vuelta a la situación, y Joe Biden se reafirma en la retirada de las tropas después de 20 años de adiestramiento del ejército afgano oficialista. La Administración norteamericana asegura que las tropas afganas superan en número a los talibanes y quieren luchar, pero lo cierto es que los enemigos del Gobierno han controlado zonas del país durante este tiempo y cuentan con importante apoyo que ahora harán valer.
Mientras sigue el imparable avance de los insurgentes, que han controlado 125 centros de distritos y capturado la mitad de las capitales regionales del país asiático a una velocidad de relámpago, el Gobierno se ha visto obligado a ofrecer la posibilidad de compartir el poder con los talibanes como medida para lograr la paz.
El temor a una guerra civil está presente. Los talibanes se niegan, sin embargo, a compartir el poder. Su intención pasa por regresar al estado islámico que impusieron en Afganistán hasta que fueron derrocados del poder por la coalición liderada por Estados Unidos.
Una amenaza a nivel global: aprender de los errores del pasado
La presencia militar del país norteamericano contenía a los extremistas, pero Joe Biden anunció su retirada para el próximo 31 de agosto. Por el momento, no hay ningún viso de cambio. Afganistán no deja de ser un estado soberano y una ocupación de 20 años es una excepción demasiado larga, pero la posibilidad de crear un nuevo campo de entrenamiento de terroristas, tal y como ha sucedido con Siria e Irak recientemente o con la propia Afganistán en los 90; supone una amenaza a nivel global.
La misión en Afganistán está saliendo muy cara, tanto a nivel humano como económico. Afganistán está agotada en recursos y es un país completamente destrozado por la guerra. A nivel geopolítico y económico, nadie ve interés en seguir poniendo estabilidad en él, a pesar de que se trata de una cuestión humanitaria que puede llevar a una población de más de 38 millones de personas a vivir secuestrada bajo un régimen de terror. Bien lo conocen quienes vivieron en él hasta 2001 y ha quedado constancia de ello en miles de escritos.
La situación actual desemboca en las conversaciones directas con Estados Unidos que los talibanes realizaron en 2018. El año pasado, ambas partes llegaron a un acuerdo de paz en Doha, que comprometía a Estados Unidos a retirarse y a los talibanes a prevenir ataques contra las fuerzas estadounidenses. Cabe recordar que Estados Unidos ya los armó en el pasado con el interés de dar su particular 'Vietnam' a la URSS en Afganistán, cuando este país estaba en la órbita soviética, y todo terminó, una década después, con una sociedad radicalizada y volviéndose en contra de quien les había apoyado. Hillary Clinton lo reconoció así.
De hecho, Hillary Clinton ha sido una de las personas más críticas en esta retirada de tropas anunciada por Joe Biden, de su mismo partido: "Tendrá enormes consecuencias", aseguró, al considerar que puede conducir al colapso potencial de Kabul y la reanudación de las actividades terroristas globales. Así lo pronosticó en mayo de 2021.
Crisis de refugiados
De manera paralela, se espera que la actual situación genere (ya está generando, realmente), una auténtica crisis de refugiados. La dureza del conflicto ya ha desplazado a 250.000 personas, bajo la amenaza de provocar una nueva crisis que llegará a las fronteras de la Unión Europea, que teme reavivar sus fantasmas migratorios de nuevo.
Mientras tanto, en Afganistán permanecerán 650 soldados de Estados Unidos, principalmente para brindar protección a los diplomáticos y ayudar a proteger el aeropuerto internacional de Kabul, un centro de transporte vital en este país que no cuenta con acceso al mar.
