Son dos de las principales empresas textiles del mundo. GAP y H&M ocupan portadas en los catálogos y revistas de moda; son las principales productoras de la ropa que vestimos y nos encantan. Sin embargo, no sabemos qué esconden detrás.
Según publica The Guardian, las fábricas subcontratadas por estas prestigiosas firmas han cometido todo tipo de abusos sexuales y violencia contra las mujeres que trabajan en estas empresas.
"Él me golpeó, me tocó repetidamente mis pechos. Me levantó y me tiró al suelo. Entonces, aprovechó para propinarme todo tipo de golpes". Este es el relato de una trabajadora de Bangalore que produce para H&M y que fue castigada por no cumplir con las exigencias de la multinacional sueca.
En otras ocasiones, las empleadas también reciben todo tipo de castigos como consecuencia de los fallos en la maquinaria que deberían atribuirse realmente a la empresa: "A veces les dan máquinas que no funcionan correctamente, ya que no han sido reparadas durante un largo período. Por ello, son incapaces de cumplir con los objetivos, lo que deriva en represalias especialmente duras", relata otra de las afectadas.
La denuncia parte de 540 empleadas asiáticas, aunque la situación podría extenderse en otras zonas donde, quizás por miedo, no ha habido aún constancia. Por si había duda de estas acusaciones, la situación ha sido contrastada en dos informes presentados la semana pasada por Global Labor Justice.
Las trabajadoras han reportado casos de abusos y acoso laboral en varias fábricas de Bangladesh, Camboya, La India, Indonesia y Sri Lanka. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también se suma a las denuncias e incluye todo tipo de detalles.
El objetivo: renovar constantemente los modelos que aparecen en los escaparates
En concreto, las mujeres que trabajan para las grandes firmas son sometidas a una carga de trabajo y presiones extremas. El fin de estas medidas se centra en conseguir el objetivo de toda cadena de 'fast fashion', es decir, que las colecciones de prendas se renueven constantemente para atraer y fidelizar al consumidor. Además, con estas medidas consiguen reducir costes de producción y aumentar los márgenes de beneficios. Es lo que se conoce como deslocalización, es decir, fabricar productos en países con menor salario y menores derechos laborales.
Los castigos por no cumplir con las exigencias incluyen agresiones de carácter sexual o todo tipo de maltratos físicos. La mala situación de estas regiones provoca que las mujeres eviten denunciar para conservar su puesto de trabajo y evitar represalias.
La directora de la ONG Camboya Central, Tola Moeun, denuncia que los objetivos de estas multinacionales son "poco realistas". Por ello, quizás, las empleadas se ven obligadas a trabajar horas extra sin recibir ninguna compensación económica. Gran parte de las empresas mencionadas se dedican a subcontratar fábricas y 'mirar hacia otro lado' para evitar que nadie las vincule con estas prácticas. Algo que se podría evitar con una simple supervisión periódica.
Ahora, tras la publicación de este escándalo, tanto GAP como H&M se han comprometido a revisar todas las denunciar y "combatir la violencia". Además, afirman que dan la bienvenida a estas denuncias para cambiar sus protocolos de actuación.