El agente de la Guardia Civil que mató de un disparo al batería del grupo de rock Los Piratas ha sido finalmente absuelto del cargo de 'homicidio imprudente' por el que permanecía imputado.
El titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Pontevedra considera que el agente nunca tuvo la intención de matar al músico, ya que su finalidad era la de reducirle para evitar un problema mayor.
Javier Fernández, el batería, sufría una enfermedad mental que le había llevado a permanecer desconectado de la realidad. Con un tratamiento deficiente por parte de la Seguridad Social, fue víctima de un brote psicótico que le llevó a pensar que su amigo quería atacarle.
Fue entonces cuando sujetó un tenedor y le amenazó de muerte. En ese momento, el guardia civil intentó que parase, pero el estado de Fernández le impidió reaccionar con normalidad. No llegó a ejecutar su acción, pero finalmente falleció a causa de los disparos de la autoridad.
"Estaba como loco, aseguraba que era Dios y que nos iba a matar a todos, nos iba a cortar en trocitos", afirmó el agente de la benemérita ante el juzgado. La familia y amigos del fallecido denuncian que la retirada de la medicación provocó la crisis que se hubiera solventado con una atención eficiente. "Jamás fue un maltratador", aseguró uno de sus familiares.
El agente asegura que sólo quería provocar una herida con la finalidad de reducirle, pero lo cierto es que finalmente la bala entró en el hipocondrio derecho. Sus órganos vitales quedaron destrozados.
Su defensa también ha denunciado la falta de formación del agente: "no era tirador selecto ni había recibido formación ni entrenamiento específico para el uso de arma a corta distancia en situación de tensión". Toda una cadena de errores con un resultado fatal y que pone de relieve una serie de cuestiones que la Administración debe reformar.
