Para alcanzar algunos de los mayores descubrimientos científicos de la historia, muchos investigadores rozaron literalmente la locura. Tanto es así, que si actualmente se planteara algún experimento de estas características, se prohibiría rápidamente; y si algún científico decidiera seguir adelante pese a la prohibición, seguramente se le acabaría inhabilitando.
Hubo otros tiempos en los que la ciencia no estaba tan avanzada y la única forma de descubrir qué pasaba era experimentar. En aquellos años, los experimentos se llevaban a cabo en la soledad de un laboratorio, sin necesitad de una aprobación, o incluso sin haber recibido la negativa previamente. Porque había quien valoraba mucho más el posible descubrimiento que su salud, o la de sus congéneres.
En el texto que vais a leer a continuación, os vamos a hablar de siete casos en los que el experimento es tan extraño, perturbador e incluso desagradable; que a día de hoy ni siquiera se plantearía. Hay diversos casos: hay investigadores que ponían en peligro su propia vida, pero también los hay que preferían investigar en personas inocentes para así no exponer su salud.
Eso sí, gracias a algunos científicos que pusieron en riesgo su propia vida, a día de hoy conocemos información muy relevante sobre algunas enfermedades complicadas. ¡Comencemos con los 7 experimentos científicos más locos de la historia!
1 Nicolas Minovici: ahorcándose por el bien de la ciencia
El caso de Nicolas Minovici es diferente, puesto que decidió dañarse a sí mismo. Minovici era un científico de origen rumano que estaba especialmente interesado por ver cómo reaccionaba el cuerpo a los ahorcamientos (llegó a presenciar más de 200 en directo). Pero, por mucho que contemplaba ahorcamientos, nunca llegaba a comprender lo más importante del asunto: nadie podía relatar qué se sentía a la hora de ahorcarse porque nadie había sobrevivido. ¿Cómo iba a obtener entonces un testimonio de primera mano? Fue ahí cuando se le ocurrió una gran idea: ¡podría ahorcarse a sí mismo!
Durante dos semanas, se ahorcó en repetidas ocasiones, junto con sus colaboradores, para ver qué pasaba. No llegaron a morir, puesto que siempre paraban antes, pero todos llegaron a la misma conclusión: dolía mucho. Tanto que no podían soportar más de unos segundos. Un gran descubrimiento: ahorcarse duele.
2 Stubbins Ffirth: beber vómito para sanar la fiebre amarilla
Stubbins Ffirth es un científico del siglo XIX que vivió en Pennsylvania. Allí, años antes, hubo una epidemia de fiebre amarilla que acabó con mucha gente. Ffirth descubrió que los casos de fiebre amarilla eran más comunes en verano, con lo cual determinó que no podía ser una enfermedad contagiosa porque, de otro modo, sucedería siempre con la misma asiduidad.
Se le ocurrió que la mejor forma de probar que estaba en lo cierto era obtener fluidos corporales de pacientes enfermos (saliva, sudor, sangre, orina y vómito) e ir vertiéndolos en sus heridas abiertas, en sus ojos, consumiéndolos y bebiendo el vómito. Continuó sano tras todo esto, con lo cual creyó que su hipótesis era cierta. Lo que no sabía todavía es que al haber cogido muestras de pacientes en la última fase de la enfermedad, estos ya no eran contagiosos.
3 Sidney Gottlieb: la crueldad de las drogas
Sidney Gottlieb es uno de esos científicos a los que nadie querría conocer. Vivió entre 1918 y 1999, con lo cual tras la Segunda Guerra Mundial se encontraba al mando de la división química de la CIA. En plena Guerra Fría, Estados Unidos estaba obsesionado con controlar la mente, y se llevaron a cabo experimentos realmente preocupantes. Gottlieb estuvo al mando directo de muchos de ellos.
Lo que él trató de hacer era "reventar la psique humana" mediante drogas, hasta conseguir que la persona que las hubiera consumido "admitiera cualquier cosa". Llevó a cabo el famoso Proyecto MKULTRA: trepanó cráneos, implantó electrodos en el cerebro, trató de convertir a los seres humanos en robots. Lo único que sucedió es que aquellos que fueron operados tuvieron que ser ejecutados porque su cerebro dejó de funcionar en condiciones.
4 Shiro Ishii: experimentos en inocentes
Shiro Ishii guarda mucha relación con Gottlieb, sobre todo por la crueldad de sus experimentos. Era un militar y microbiólogo japonés que trabajó en la unidad de guerra biológica. Podía hacer todo lo que quisiera con los prisioneros de guerra y, por desgracia, sus ideas nunca eran buenas.
Ishii llegó a diseccionar a mujeres embarazadas que habían sido previamente violadas por su equipo, amputó miembros humanos y los recolocó en distintas partes del cuerpo, e incluso probó lanzallamas en humanos. Lo sorprendente del asunto es que fue absuelto de todos sus crímenes.
5 Wener Forßmann: un Premio Nobel
Wener Forßmann es uno de esos científicos tan convencidos de la veracidad de sus hipótesis que no dudó en arriesgar su vida; eso sí, él acabó recibiendo un Premio Nobel por sus descubrimientos.
Forßmann quería demostrar que si insertaba un catéter en su corazón, podría administrar algunos fármacos de forma directa, pero no le permitieron probar en pacientes porque temían que acabaran muriendo. Así que decidió, con ayuda de una enfermera, probarlo sobre sí mismo. Para eso se administró anestesia, y se introdujo un catéter a través de la vena antecubital, en el interior de su codo, hasta que este llegó al ventrículo derecho. Una vez hecho, fue andando hacia la sala de Rayos X para confirmar que todo había salido bien. Eso sí: fue sancionado, y estuvo trece años sufriendo las consecuencias.
Pese a todo, en 1956 se le concedió el Premio Nobel de Fisiología por haber desarrollado el catéter de corazón.
6 Giovanni Aldini: ¿la vida es electricidad?
No hay mejor forma de comenzar este top que con Giovanni Aldini, un científico que vivió entre 1762 y 1834. Giovanni provenía de una familia de investigadores bastante prestigiosa, aunque su mayor influencia fue su tio Luigi Galvani, cuyas ideas siempre trató de defender. Fue por eso que destinó buena parte de su vida a tratar de conectar cuerpos sin vida, tanto de personas como de animales, a baterías eléctricas.
Con ello, trataba de demostrar que la electricidad es la base real de la vida. Para ello, viajó por toda Europa con cuerpos humanos desmembrados a los que les daba descargas eléctricas. De esta forma, conseguía que convulsionaran. Lo más complicado de entender es cómo, partiendo de esa idea, acabó creyendo que las descargas podrían aplicarse en personas vidas para subsanar trastornos mentales. Sus experimentos, en este sentido, fueron muy turbios e hicieron mucho daño.
7 Giovanni Battista Grassi: comiendo huevos de tenia
Hemos dejado para el final uno de los más desagradables, un experimento ante el que no puedes dejar de preguntarte cómo se le ocurrió al protagonista hacerlo. Hablamos de Giovanni Battista Grassi, un científico que se preguntó cómo se producían las infecciones de tenia. Para averiguarlo, decidió comer unos cien huevos de tenia, comprobando previamente que él no estaba infectado. Por supuesto, en un mes comenzó a notar los síntomas de infección, con lo cual demostró que la infección se producía al ingerirlos.
Lo peor de este asunto es que muchos científicos le siguieron, tratando de superar los retos y viendo quién consumía más huevos. Poco tardaron en descubrir que no era una buena idea.