En enero de 2019, aunque ya es de noche, todavía no son ni las siete de la tarde. La manifestación antifascista en un mitin de VOX arrancaba en la entrada del Parque Grande, una vez allí la intención era que la protesta fuese avanzando hasta el auditorio de Zaragoza, dónde se estaba llevando a cabo el discurso de Santiago Abascal.
El recorrido no era muy largo, no les llevaría más de media hora, o al menos eso era lo que pensaban.
La policía ya había llegado. Se podía escuchar cómo alguna persona se quejaba de que les habían confiscado unas pancartas, lo cierto es que tampoco sorprendió a los demás manifestantes, pero no le dieron más importancia. A pesar de eso, parecía todo en orden.
A las siete en punto comenzó la manifestación. La policía seguía de cerca al grupo. Desde el primer minuto llevaban las porras en la mano. "Es su trabajo, supongo" considerarían. Todo resultaba bastante irónico, las personas que estaban promulgando un discurso de odio, y los que estaban siendo partícipes de él, estaban sentadas en un recinto público, nada menos que en el auditorio de Zaragoza, sin ninguna objeción ni impedimento. Sin embargo, a ellos les escoltaba la policía, como si fuesen delincuentes.
La persecución policial
Comenzaron a avanzar hacia el auditorio, el ambiente estaba cada vez más cargado. Conforme caminaban, sin darse cuenta, la policía les bloqueó el paso. Era imposible que continuaran por ahí. En ese momento, la manifestación dio la vuelta y acto seguido los agentes empezaron a cargar contra los manifestantes.
El instinto natural era echar a correr, intentando esquivar a los policías. Todo el mundo huía, cada quien por un lado. Mientras los miembros corrían, no podían creer semejante despropósito nada más empezar la mani. Muchos pensarían en irse a casa, pero había agentes por todos lados y era imposible salir de la zona.
La manifestación, que en esos momentos pasó a ser más bien una persecución policial, trataba de avanzar por la Gran Vía hasta plaza San Francisco. El ambiente ya sí que sí estaba caldeadísimo. Ya en la plaza, muchos de los manifestantes se refugiaron en el campus universitario.
Como la policía tiene prohibida la entrada al campus, a no ser que cuente con una autorización judicial, los manifestantes creyeron que allí estaban a salvo, pero lo cierto es que en breve caerían en la cuenta del encierro en el que se encontraban. Los agentes habían bloqueado todas las salidas de la Universidad.
Habían pasado veinte minutos y la situación dentro era exasperante. La desesperación y la impotencia se respiraba entre los manifestantes.
Fue en ese cúmulo de sensaciones cuando comenzaron los actos violentos y aquello se convirtió en una batalla campal. Volaron piedras desde dentro de la ciudad universitaria, y de vuelta cayeron pelotas de goma que lanzaban los policías, ardieron contenedores e incluso se destrozaron coches.
A día de hoy
Cuatro de ellos han sido condenados a más de cuatro años de prisión y denuncian un sinfín de irregularidades, falsedades y desproporciones en el juicio: falta de pruebas y detenciones aleatorias en un proceso en el que siempre prima el testimonio de la Policía.
Según la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA): "Los policías detuvieron a los acusados porque los identificaron como algunos de los manifestantes a quienes vieron realizar los actos violentos".
Asimismo, el TSJA justifica las contradicciones policiales a la hora de identificar a los acusados haciendo hincapié en que ha pasado mucho tiempo y que los acusados han cambiado de aspecto entre el momento de los hechos y el juicio.
Este es el enlace al crowfounding que impulsan desde la Plataforma Libertad 6 de Zaragoza para ayudar a cubrir de manera solidaria estas multas y costes judiciales.
Ejemplo de que continúa la Ley Mordaza
Tanto las familias de los acusados como una plataforma con voces como la de Olga Rodríguez o Nacho Vegas para pedir el indulto a los que ya se conocen como 'Los 6 de Zaragoza' apuntan a una campaña de criminalización de las protestas de la izquierda.
Un proceso que recuerda a casos como el de Altsasu o el de otros jóvenes en Navalcarnero y que vuelve a reflejar cómo la Ley Mordaza sigue mellando el derecho a la protesta en España.