La etapa universitaria puede ser concebida como una de las más positivas de la vida: estudias algo que te gusta, haces amigos, ganas autonomía con respecto a tus padres, aprendes a moverte por la vida, tienes la oportunidad de hacer Erasmus, etc. Sin embargo, tiene también una cara menos positiva: la presión, mantener las becas, la exigencia, aprender a estudiar a un nivel más alto, las dudas, pensar en el futuro, los problemas económicos, la posible lejanía del hogar, etc., pueden incidir directamente en nuestra salud mental, máxima acompañados de otros factores.
De esta manera, un estudio llevado a cabo por el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona (IMIM) ha encontrado que 1 de cada 10 estudiantes universitarios españoles ha tenido pensamientos suicidas durante su primer año de carrera. El estudio, liderado por el doctor Jordi Alonso, tomó una muestra de 2.118 estudiantes de cinco universidades españolas: la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, la Universidad de las Islas Baleares, la Universidad del País Vasco, la Universidad de Cádiz y la Universidad Miguel Hernández. Estos tuvieron que responder a un cuestionario en el que se les preguntaba, entre otras cosas, una serie de ítems relativos a ideación suicida y también se medía la presencia de tentativas suicidas en los últimos 12 meses.
Esto concuerda con otras investigaciones llevadas a cabo desde el IMIM, como una en la que se tomó muestra de estudiantes de ocho países, y concluyeron que un 31,4% de ellos y ellas desarrollaron diferentes tipos de trastornos mentales durante el primer curso.
Volviendo al tema concreto de la ideación suicida, debemos ver la diferencia que hay entre las tasas en chicos y chicas de la misma edad en población general, con respecto a los universitarios. Si bien a las edades en torno a los 18 años, la ideación suicida se da en torno 4%, mientras en población universitaria el porcentaje asciende al 10%, reflejando que la universidad representa una especial estresor. Pero no por sí sola, sino que hay numerosos factores que provocan que durante este período se sufra un especial riesgo de desarrollar pensamientos suicidas. Estos hacen referencia a eventos pasados, como maltrato o abandono en la infancia, así como por la presencia de trastornos psicológicos en los padres y madres, o el haber crecido en familias disfuncionales. Los eventos estresantes cercanos al momento de inicio de la universidad también actúan, como el haber sufrido bullying durante el instituto, el haber tenido una ruptura de pareja, o el haber vivido una muerte cercana. Sin embargo, como ocurre en este tipo de investigaciones, estas variables no implican que habiendo sufrido esos eventos vitales se vaya a tener ideación suicida, sino que son variables que se asocian. No se encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres.
Los factores protectores frente a la ideación suicida, es decir, aquellas condiciones que pueden prevenir el desarrollo de estas conductas, harían referencia a contar con una fuerte red de apoyo social y familiar. Personas cercanas con las que tengamos relaciones positivas y de confianza, y que nos ayudan a afrontar mejor los eventos estresantes.
El doctorado, otra fuente de malestar psicológico
Recientemente también se conocían datos de cómo las etapas de posgrado también implican un fuerte riesgo para la salud mental de los jóvenes. Un estudio de la universidad de Kentucky (Estados Unidos), determinó que los estudiantes de doctorado tienen un riesgo de desarrollar trastornos como ansiedad y depresión seis veces mayor al resto de personas. Concretamente, si el riesgo se encuentra en torno al 6% en la población general, en las etapas de preparar la tesis doctoral se encontraron con un 39% de riesgo. En este caso, las mujeres tienen un 27% más de riesgo que los hombres, cuando entre estudiantes de primer curso de grado no hay diferencias.
El doctorado, además, es un proceso que se encuentra a medio camino entre el estudiar y el trabajar, sobre todo porque hay personas que tienen becas o contratos predoctorales que se traducen en un ingreso mensual para realizar diferentes actividades de investigación, y otros que no. La presión por alcanzar la tesis en el tiempo estipulado, el tener que compaginarlo en muchos casos con otras actividades laborales, el hacerlo a una edad a la que ya es probable que tengas cargas familiares, la incertidumbre hacia el futuro, el tipo de director o directora que tengas, el cumplimiento de plazos y evaluaciones, la presión de las publicación científicas, etc., son diferentes condiciones que llevan a este tipo de estudiantes y trabajadores a ver su salud mental gravemente afectada.