Un mundo ideal sería aquel en el que todos naciéramos libres e iguales, en el que nadie fuera señalado ni menospreciado por amar o por ser. Volviendo a la realidad, estamos lejos de conseguirlo porque aún hay a quienes les molestan los colores del arcoíris.
Parece que el colectivo LGTB+ lo ha conseguido todo, día a día encontramos a gente que asegura que porque el matrimonio igualitario ya está aprobado en España se ha alcanzado la plena equiparación de derechos. Nada más lejos de la realidad. Hoy en día los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales no solo luchan por la aceptación, sino también por ser visibles, porque la sociedad los reconozca y deje de considerarlos ciudadanos de segunda.
Lo que en la edad adulta acaba convertido en una lucha constante, en la infancia se traduce en un conflicto de rechazo. De rechazo a uno mismo, de no saber qué es lo que pasa ni por qué eres diferente en mitad de un panorama enteramente heteronormativo en el que a los niños se les pregunta si tienen novia y a las niñas solo se las acepta si tienen vulva.
Hay mil historias, distintos procesos de aceptarse a uno mismo para darse cuenta de que si los demás no te aceptan el problema es suyo y no tuyo. No es fácil, salir del armario es, probablemente, uno de los momentos más importantes en la vida de una persona LGTB+, un día de liberación, de desplegar las alas y bailar.
Es importante la visibilización, es importante para que los que están por venir no se vean envueltos en la misma sombra a la que tantos gays, lesbianas, bisexuales y transexuales fueron empujados.
Debemos dar testimonio, contar nuestras historias para que sirvan de espejo. Así lo han hecho Germán Castellanos, un joven que reconoce que aún no se ha atrevido a decirle a su padre que es homosexual; Amanda Collo, una transexual de origen italiano que tuvo que sufrir el rechazo de su madre; y Sara Álvarez, una madrileña bisexual cansada de que la acusen de "viciosa".
Especialmente duras son las historias de Cristóbal Vallejo y y Marina Cardo. Él tuvo que aguntar un duro proceso para demostrar que no sufría esquizofrenia simplemente por ser transexual mientras que ella sufrió bullying en su infancia por ser quien realmente era, una mujer.
Júlia Oller, por su parte, cuenta cómo ha tenido que soportar miradas de reprobación por ir de la mano con su novia mientras que Javier Moreno ha aguantado algún que otro "maricón". Peor lo ha tenido Hugo Cuadrado, al que le han prohibido la entrada a discotecas y hasta en el tren porque en su DNI ponía un nombre de mujer.
Como enuncia Lluis Mosquera, "estamos en guerra y esta guerra se lucha bailando".