"Para entender las elecciones en Andalucía hace falta entender dos cosas sobre la política en Andalucía; la primera es que aquí los políticos son inmunes a la corrupción", me dice mi hermano unas horas antes de que se hagan públicos los resultados iniciales.
Unos días antes, el Editor Jefe de Los Replicantes me había encargado nuestro artículo analizando los resultados de las elecciones. Yo le había dicho que llevo 7 años viviendo fuera de la comunidad y bastantes meses desconectado de la política local, y que quizá no era el más indicado para hacerlo, pero al parecer ser el único de los redactores que nació por debajo de Despeñaperros me cualifica. Así que le pedí ayuda a mi hermano, que vive en la provincia con mayor tasa de paro de España, fue víctima directa de la crisis y es un tipo que siempre anda informado, e incluso ha participado personalmente de la vida política local en alguna ocasión.
Estoy echado en el sofá hablando con él por Skype. Mi hijo está jugando con su madre, fuera llueve y los resultados no empezarán a salir hasta las 20:30 por un retraso en una mesa de Morón, así que tenemos tiempo para que me ponga al día.
"Eso no es nuevo", le respondo. "En este país la corrupción siempre ha salido gratis. Esa es básicamente la clave del clima político global."
"No, no. Esto es otro nivel. ¿Te acuerdas de Manuel Chaves?"
Claro que me acuerdo del expresidente de la Junta de Andalucía.
"Manuel Chaves tiene un hijo. Ese hijo tuvo una empresa. Esa empresa se dedicaba a asesorar a otras empresas sobre cómo conseguir adjudicaturas de la Junta de Andalucía. El chaval se llevaba como el 45%. No pasó nada.".
"Uau."
"Espera. Manuel Chaves tiene una hija. Esa hija fue contratada por una empresa. Esa empresa recibió ilegalmente una subvención de diez millones de euros. No pasó nada."
"Hostia."
"Calla, calla. Si vamos más atrás, por lo visto Chaves contrató a un espía para seguir a directivos de bancos, y había vídeo incriminándole. Ese vídeo estaba por duplicado y separado en los juzgados. Y ambos fueron misteriosamente robados. Y no pasó nada."
Lo sorprendente de todo esto es que en realidad no me sorprende. Nací y crecí en Cádiz capital, y conozco a la sociedad andaluza. En este país de gente que te suelta el "tu también robarías si pudieras", mis queridos paisanos suelen ir más allá con mucha facilidad, al "serías gilipollas si no lo hicieras." Es importante entender que hablamos de un pueblo históricamente muy empobrecido, en el que la conciencia de clase y la idea de que una vida mejor debería ser posible no existían cuando yo era pequeño. Crecí entre chavales de 16 años enganchados a la droga, señoras que iban a hacer la compra en bata y pijama y padres de familia que trabajaban un mes en la obra y pasaban los dos siguientes esperando que les volviesen a llamar mientras bebían cerveza toda la mañana en el bar, y no soy ningún abuelo, ni mi ciudad un pueblo perdido de la mano de Dios.
Tengo allegados en mi tierra que han hecho los supuestos cursos de formación que ahora se investigan. Alguien llega a tu oficina, te regala un maletín con materiales y te pide que envíes el examen (incluído y en ocasiones ya hecho) a una dirección postal. Boom. Ya eres escaparatista. O barman.
Escándalo tras escándalo tras escándalo, un pueblo cansado e históricamente poco formado vuelve la mirada hacia otros asuntos más alegres, y antes de que te des cuenta tienes la única comunidad autónoma del país que no ha cambiado de partido gobernante jamás.
Lo cual nos lleva al segundo punto.
"Lo otro que hay que entender es el PER."
No vamos a entrar hoy en consideraciones éticas sobre el Plan de Empleo Rural. Tal vez seas de los que cree que desincentiva el trabajo. Tal vez seas de los que cree que Andalucía sería un desierto sin él. Tal vez no sepas qué es; en ese caso, te explico la parte relevante.
El PER es un programa que otorga un subsidio a trabajadores del sector agrario que hayan trabajado un mínimo de peonadas en el campo, un trabajo que tiene la eventualidad en su propia naturaleza (¿lo pilláis? Naturaleza. Jejeje). Básicamente supone que por 35 peonadas tienes derecho a un subsidio de seis meses. Fue creado por Felipe González en 1986 y da de comer a docenas de miles de familias desde entonces. Más del 90% del territorio andaluz es rural, y más de la mitad de sus ocho millones y pico de habitantes vive fuera de las ciudades. Hay casi tantos votantes en los campos andaluces como en toda la provincia de Barcelona.
No en vano, apenas un mes antes de la fecha de elecciones, el Gobierno redujo el mínimo de peonadas necesarias para acceder a este subsidio a tan solo 20.
Sé de gente que las vende. Sé de gente que compra ilegalmente días de trabajo a otras personas para poder acceder a esos apenas 500 euros. De nuevo, la corrupción no es un pecado tan grave a los ojos de quien tiene que ejercerla para comer.
"¿Y Podemos?" le pregunto a mi hermano. No puede evitar dejar escapar una risita.
"Lo que pase con Podemos aquí no tiene la menor importancia. No solo porque el PSOE tiene el voto cautivo del PER, ni porque el mensaje anticorrupción no cala. Sino porque las autonómicas se han adelantado en parte para pararles los pies."
"Espera, ¿qué?"
Susana Díaz adelantó las elecciones, supuestamente, para conseguir un Gobierno estable. Sin embargo, eso era precisamente lo que tenía antes, pues su alianza con Izquierda Unida le daba casi carta blanca en la comunidad, y tras los resultados de ayer la coalición ha perdido los 7 diputados que IU ha dejado en el camino en favor de Podemos y Ciudadanos. Las verdaderas razones de Díaz eran otras; primero, pillar a Podemos desprevenido, para minimizar su impacto local y así de paso intentar pinchar un poco el globo a nivel nacional (y parece haber funcionado... las redes sociales están hoy llenas de amargos "se suponía que íbamos a destruir el bipartidismo"). Segundo, llegar a las primarias del PSOE con unos cuantos cientos de miles de votos en la mochila. Recordemos que hasta ayer, Susana era presidenta en funciones.
De hecho el pique con PDRO SNCHZ es de tal magnitud que casualmente las primarias del partido serán unos días después de que la de Triana de a luz.
"Va a ser gracioso ver bajar los resultados del PSOE a medida que avanza la cosa", me dice.
Y lo es.
Con la corrupción como última preocupación, 4 millones de votantes del PER PSOE en las zonas rurales y el voto útil alejándose del PP, la tarde empieza cuando salen los resultados del 0,5% de escrutinio. El PSOE arrasa con una mayoría absoluta de más de 60 de los 109 diputados. Los pueblos pequeños, que son también los primeros en hacer recuento y enviar resultados, votan mayoritariamente a los socialistas. Media hora después, con el 9% de los votos escrutados, el partido de Díaz ha cedido ya diez de esos escaños. Con el 23% de escrutinio, ya tiene solo 51, mayoría simple. Con el 73% de los votos, el PSOE solo cuenta con 49 diputados. No es hasta el 85% de escrutinio que se alcanza el resultado definitivo de 47.
Es divertido y trágico de observar al mismo tiempo.
Donde la mayor parte de ciudadanos y medios está viendo el fracaso de las aspiraciones de destruir el bipartidismo, tras una sola tarde hablando con Andalucía yo veo un cuadro muy distinto. Nuestra querida ley electoral se ha encargado de camuflar como de costumbre los partidos con rápido ascenso y voto repartido, pero aun así no puede obviarse que Podemos ha obtenido más de la mitad de votos que el PP, en una tierra en la que no tuvo tiempo de montar una campaña decente, que prácticamente dio por perdida y que es casi impermeable a su mensaje de cambio. El PSOE ha adelantado elecciones y se ha tomado muchas molestias para quedarse con los mismos escaños, señal probable de miedo, y el PP ha perdido un tercio de sus votos en favor de alternativas.
Hace falta haber vivido en Andalucía para entender el calado de estos datos. Hace falta haber visto la apatía política, la indiferencia hacia los efectos que tienen las decisiones del poder en el día a día del ciudadano, el espíritu servilista de pobreza resignada que domina nuestra sociedad y que es el contrapunto a la inquebrantable alegría con que vivimos allí abajo.
Hace falta todo eso para entender que el cambio que queremos no está en Andalucía, pero aun así está ocurriendo. Incluso allí.