Echa un vistazo a tu alrededor. ¿Te has dado cuenta de que cada vez hay más gente que le pone pegas al verano? Ocurre año tras año, a medida que te haces mayor. Y eso que el verano sigue siendo el verano, durante sus tres meses, del 21 de junio al 21 de septiembre. Bueno, o no. Desde que te has hecho mayor y trabajas, el verano ha dejado de durar 90 días para, como mucho, dos o tres semanas. Y ahí es donde está el secreto de por qué tienes amigos que ahora odian el verano: porque no dura los tres meses que duraba cuando estudiabas.
1 Levantarte a las 12. Durante todo el verano
Nada de despertadores, nada de alarmas en el móvil. La noche anterior te habías acostado a las tantas y eran los rayos del sol abrasador los que te despertaban sin sobresaltos. Al natural. Cuando tenías tres meses de verano te parecía inconcebible que hubiese vida ahí fuera a las ocho de la mañana.
2 Poner la tele y ver toda la mañana las series de La 2
La 2. Esa cadena que en verano renacía de sus cenizas como el ave fénix y se convertía en tu canal favorito, y eso que el resto de cadenas también ofrecían programación veraniega. Hubo un tiempo en que la segunda cadena de RTVE ofrecía series estadounidenses que para nosotros eran mañaneras, como 'Popular', 'Los vigilantes de la playa', 'Hércules' o 'Xena, la princesa guerrera'.
3 Irte a la piscina del barrio todo el día y que estuviese vacía
Salvo que tengas horario intensivo, ahora no te queda más remedio que ir a la piscina los fines de semana y, solo de imaginarte que estará llena de familias y niños, se te quitan las ganas. Además, solo tienes dos días libres a la semana, así que siempre te surge algo y no puedes estar en el agua de sol a sol. Mejor te quedas en casa con los pies en remojo.
4 No planificar tus vacaciones
Ni tener prisa por nada. Las vacaciones ahora son un amalgama imposible de horarios cuadrados con tus compañeros de trabajo, tu pareja y tus amigos para poder escaparte una mísera semana. Todo en plan relax.
5 Salir todos los días
Lo mejor de tener tres meses de verano es que tus amigos también los tenían, así que en cuanto se ponía un poco el sol no había quien te pillara por casa.
6 Irte un mes a casa de unos abuelos y otro mes a casa de los otros
Ah, eso era vida. Una de tus abuelas estaba encantada de la vida de atender todas tus plegarias y cocinarte durante un mes y, cuando se le pasaba la emoción, tenías a la otra esperándote con los brazos abiertos, con el agravante de que le comían los celos por ser tu segunda elección.
7 Probar todas las ediciones especiales veraniegas de comida
El sundae de piña, la Fanta de sandía, las patatas de mojito... Qué tiempos aquellos en los que probar todas las ediciones veraniegas era una task más de tus vacaciones. Ahora llega septiembre y ni siquiera has dado dos vueltas a la tabla de helados del kiosko. ¡Dónde está mi verano!
8 Poder irte dos semanas de campamento porque, total, tenías tres meses por delante
Ahora no dedicarías nunca jamás dos semanas de tus preciadas vacaciones a irte a un sitio perdido en el campo en el que hacías pulseritas con hilos de colores y pretendías aprender inglés. Pero oye, por aquel entonces dos semanas no representaban nada en tu eterno verano.
9 Matar los ratos libres con series, películas, libros y videojuegos a granel
¿Hace cuánto no puedes pegarte un maratón de la serie del momento? Antes no solo eras capaz de fulminarte todas las series de la temporada -y alguna joya del pasado que te habían recomendado-, sino que también tenías tiempo para hacerte algún ciclo de cine, leer esa saga literaria de la que todo el mundo hablaba y pasarte los niveles que se te atascaban el resto del año. Los más disciplinados elegíamos una serie para ponernos al desayunar, otra para la siesta y otro par de ellas para ver al volver de madrugada, antes de quedarte dormido.
10 Las fiestas del pueblo eran un oasis en tus vacaciones, y no una esclavitud
Antes las fiestas del pueblo eran esos días en los que por fin pasaba algo en todo el verano. Ahora son esos días en los que buscas mil excusas para no gastar las pocas vacaciones que tienes. "Pero, ¿no vas a venirte al pueblo este año?", te insiste tu madre. El verano de tu vida adulta es demasiado corto como para que sea todos los años igual.
11 Ese amigo o prima inseparable
Cuando eras más pequeño, tus padres se ponían de acuerdo con otros padres o con unos tíos para turnarse a los niños, hiperenérgicos con tantas horas de descanso. Así que te pasabas el verano pegado a un amigo o primo que tenía las cosas buenas de los hermanos sin que la confianza diera tanto asquito.
12 Llegar con las pilas totalmente cargadas en septiembre
Quién diga que adaptarse de nuevo a la rutina es más duro así, miente. Es mejor el proceso de adaptación con tres meses de vacaciones a tus espaldas que con dos semanuchas que no saben a nada.
13 Aburrirte del verano
Porque el verano ha sido siempre sinónimo de aburrimiento. El calor agobiante, los sitios atestados de turistas e incluso el estrés son solo cosas que te molestan desde que has empezado a trabajar. Quién pudiera aburrirse ahora.